Yucatán (días 79-81)

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A las 7 de la mañana ya estábamos en Mérida buscando un hostal y deseando bañarnos en nuestro primer cenote (embalses de agua cristalina generalmente subterráneas o situadas en un agujero en la tierra). Solucionamos el tema enseguida y además nos invitaron a un desayuno increíble, que teniendo en cuenta las horas de autobús que llevábamos encima, entró de maravilla.

Los cenotes que nos habíamos propuesto visitar eran 3 y estaban cerca de un pueblo llamado Cuzamá. Para llegar hasta allí, teníamos que coger primero un colectivo, después una moto taxi y finalmente montarnos en una especie de carro que tirado por un débil caballo nos llevaría a través de antiguos railes hasta la entrada de los cenotes. Aquí conocimos a Irina, una mexicana que resultó estar en nuestro mismo hostal, y a Miguel, también mexicano que estaba en Yucatán por trabajo. Nos contaron las últimas novedades sobre la política mexicana y nos enteramos que ese día era festivo por ser el Día de la Revolución Mexicana. También debatimos sobre lo que nos pareció la ciudad de Mérida ya que a ninguno nos gustó demasiado. Nos pareció que estaba muy abandonada y poco cuidada, dando una sensación de poca seguridad. Sin embargo, debe ser de las zonas más seguras de México y las malas lenguas dicen que se debe a que las familias de narcos y políticos viven aquí. No sabemos si será así o no, pero la conversación fue muy interesante.

Cenote cuzamá
Preparados con Irina para descubrir los cenotes

 

La experiencia de los cenotes nos gustó mucho porque vimos 3 cenotes muy diferentes. El primero fue como entrar en la boca de una cueva, donde al fondo había una pequeña piscina natural. No era muy grande y lo tenían iluminado con luz artificial, por lo que el agua tampoco tenía un color excepcional. El segundo cenote era un agujero de unos 2 metros de diámetro en el suelo que gracias a varias escaleras permitía descender unos 80 metros hasta el agua. Era un espacio no muy grande, también iluminado con luz artificial y el agua dejaba ver con el agujero seguía muy profundo hacia abajo. El último cenote era un gran agujero en el suelo, con una escalinata que descendía hasta una gran roca. Desde arriba se podía ver el agua azul fuerte y como los rayos de sol llegaban al agua, la temperatura no estaba tan fría como los anteriores. Sin embargo, el espacio de esta piscina era enorme y el agua seguía muchos metros más adentro en la cueva.

 

Una vez de vuelta en Mérida tuvimos ocasión de ver el desfile (interminable) que realizaban por el Día de la Revolución. Al inicio del desfile estaban los niños y jóvenes de diferentes escuelas de la ciudad y alrededores. Algunos iban vestidos con ropas tradicionales y bailaban alegremente, mientras otros iban con ropa más formal y desfilaban con paso militar. Después llegó el turno de la policía, que aprovechaba el desfile para mostrar los diferentes equipos y dispositivos con los que contaban haciendo demostraciones de como bloquear un fugitivo en coche, como liberar un autobús secuestrado o descendiendo verticalmente de las paredes de la catedral. A nosotros todo esto nos pareció muy americano, demasiado exagerado y peliculero, por lo que decidimos que ya habíamos visto suficiente y fuimos a prepararnos para el gran evento del día: la cena.

 

Nos habían recomendado un restaurante en la ciudad que servía comida yucateca y coincidió que Irina también quería ir allí, por lo que no tuvimos duda, cenamos en «La Chaya Maya». Después de mirar y remirar la carta solventando nuestras dudas, pedimos cochinita pibil y un plato que traía degustación de 3 diferentes tacos tradicionales de Yucatán. Ambos platos estaban deliciosos y los acompañamos con agua de chaya con lima (la chaya es una planta de la región que no hemos conseguido identificar) y horchata, que aquí la hacen con arroz. Fue un acierto de lugar y una gran cena que finiquitamos acompañados por unos conocidos de Irina con unos helados, copas de helado con leche llamados «champolas» y pastas tradicionales.

 

El plan del día siguiente era un clásico yucateca también: Chichen Itzá, una de las maravillas del mundo. Sin embargo, como muchos lugares turísticos resultó un poco decepcionante. La entrada es casi 4 veces más cara que en otras ruinas y aparte de LA pirámide, que está totalmente destapada, bien cuidada y en buen estado, el resto de ruinas del país no tienen nada que envidiar a esta zona arqueológica. Recorrimos toda la zona, sacamos las fotos de rigor y conocimos a los que serían nuestros compañeros de viaje para los siguientes días: Pamina y Guillaume, una pareja parisina que había viajado por parte de México y Guatemala, y les quedaba un par de semanas para seguir disfrutando de México.

 

Nos quedamos a dormir en Valladolid, una pequeña ciudad que visitamos de noche, porque no tiene mucha cosa, pero sirve de conexión para varios cenotes. Hicimos una pequeña «encuesta» a varias personas en nuestro hostal sobre a qué cenote deberíamos ir teniendo en cuenta lo que costaba la entrada, lo bonito que era y lo lleno de turistas que estuviera. Iba a ser nuestro segundo y último cenote, por lo que teníamos que elegir bien. ¡Y así fue! Elegimos el que se llamaba San Lorenzo, que no hay acceso por transporte público y nos dijeron que era muy bonita, además de ser la más barata. Llegamos en taxi y estuvimos solos de 10 a 11.30, cuando llegó un autobús de turistas, por lo que aprovechamos para hacer un descanso. Se fueron sobre las 12.30 y volvimos a bañarnos durante una hora más. El cenote era un enorme agujero con una piscina de agua azul-verdosa en el fondo y desde arriba raíces de arboles caían entrelazadas dandole un toque salvaje genial. Cuando llegó la hora de marcharnos llamamos a un taxi y aunque supuestamente estaba llegando, nos aburrimos de esperar, por lo que empezamos a caminar hasta que nos encontramos con un enorme camión. Le preguntamos si nos podría llevar a la ciudad y como accedió, entramos los 4 en la cabina del camión de agua negras: Nico al lado del conductor con el cambio de marchas entre las piernas, yo a su lado, Guillaume al lado de la puerta del copiloto y Pamina encima suyo. Todo un espectáculo la verdad y paseamos así por las calles de pequeñas zonas a las afueras de la ciudad.

 

Finalmente, el autobús que queríamos coger para Tulum estaba lleno y para hacer tiempo hasta el nuestro, fuimos a comer (por fin probamos los tacos al pastor) e hicimos un tour por el museo del tequila, que incluía degustación. No nos emborrachamos, pero fue una buena manera de hacer tiempo.

2 comentarios

  1. The Cooking Lab

    Hello!! Xfin volvéis al mundo 2.0 😉 Ya se ve que continuáis super bien, poniéndoos morenos y comiendo estupendamente! Esa comida yucateca tiene muy buena pinta! Ya decían en el documental que era comida super buena, asique con hambre no os quedaríais.
    Y los cenotes son fríos? Hubiera dicho que al ser un agujero en la tierra y llegar directos serían calientes, rollo géisers. Ahhhh, nono, irakurten wikipedian ulertudot que no es agujero desde la tierra sino que es tipo un pozo pero adentrau un poco en la tierra, no?

    • Comiendonos El Mundo

      La comida increible… Una pena que no estuvimos más tiempo por la zona!!
      Ta los cenotes, efectivamente, son como lagos pequeños o pozos, entonces el calor del agua depende de si le da el sol para que se caliente, o es tipo una gruta cerrada, la lluvia de los días anteriores…

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