“Crucero” por el Amazonas (días 154-165)

publicado en: Brasil | 4

Brasil

 

Nuestros primeros días en Brasil los hemos pasado navegando por diferentes ríos del Amazonas. En 3 tramos de 2-3 días de barco y durmiendo en hamacas, hemos navegado de Tabatinga a Belem haciendo paradas en Manaus y Santarem. La verdad es que no sabíamos si tres días en un barco, después de nuestro ritmo de viaje iba a ser demasiado tranquilo, hasta el punto de aburrirnos, pero ha resultado ser todo lo contrario. Dicha tranquilidad nos permitió disfrutar de una rutina amenizada por la lectura (yo pude leer mi primer libro en lo que llevamos de viaje, “Festín de Cuervos” – la 4 de Juego de Tronos), interesantes charlas con compañeros de viaje, atardeceres y lunas espectaculares, paisajes increíbles… Además, no se si recordáis el fracaso en Tayrona con nuestra súper hamaca doble (cortesía de nuestros buenos amigos Willy y Laila), pero nosotros lo teníamos muy presente y el tema nos preocupaba un poco ya que teníamos que dormir unos 8 días en ella. ¡Pues el “fail” ha pasado a la historia! Descubrimos/copiamos una técnica el primer día de barco que nos ha hecho unos profesionales y hemos dormido todos los días como troncos.

 

Sin embargo, este recorrido a mi me creó unas extrañas falsas expectativas. Cuando la gente nos hablaba del “crucero” por el Amazonas, yo me imaginaba en una pequeña barquita navegando por un estrecho río a escasos metros de la orilla, rodeada de selva con plantas exóticas, viendo todo tipo de animales desde serpientes colgadas de las ramas, hasta jaguares bebiendo del río o cocodrilos que asomaban los ojos en el agua, y por supuesto, alguna tribu indígena realizando algún tipo de ritual. Luego me ponía a pensar de manera más racional en los detalles del barco, de que dormíamos en hamaca y que viajaba mucha gente en él, por lo que la barquita se transformaba en un señor barco y por lo tanto ya no viajaba por un estrecho río ni pegado a la orilla. También pensaba en que habitualmente los animales no suelen asomarse a saludar a los turistas y que las tribus indígenas que caricaturizamos normalmente viven en la profundidad de la selva lejos de la civilización. Con estos cambios, me hice una idea más real de lo que ha sido el viaje. Un experiencia genial, donde hemos conocido mucha gente y hemos visto un paisaje natural increíble; pero donde el único animal que hemos visto ha sido el delfín rosado, la gente que hemos visto viviendo en la orilla del río vestía ropa parecida a la nuestra y tenían electricidad, y donde en muchas partes del trayecto hemos ido a kilómetros de ambas orillas, ya que el Amazonas es el río más grande del mundo.

 

La primera experiencia la pasamos a bordo del Diamante, sin duda el mejor ferry en el que hemos estado durante toda la travesía amazónica, navegando por el río Solimões de Tabatinga a Manaus. Pagamos 190 BRL por persona, el viaje duró tres días e incluía las tres comidas con buffet libre, pero nos sorprendió encontrarnos con agua potable gratuita en el barco, lo que de haberlo sabido, nos hubiera ahorrado comprar los dos bidones de agua que llevábamos. La comida era muy básica, pero estaba bastante buena: algo de fruta, café y leche, galletas y bocadillos de tortilla para desayunar; y para el resto de almuerzos, arroz, frijoles, espaguetis, farofa y farinha (un tipo de sémola de maíz que todavía no sabemos exactamente lo que es), pollo o pescado y jugo de frutas.

Aquí conocimos a un montón de europeos, algunos brasileños (principalmente nuestros vecinos de hamaca) y Nico tuvo la suerte de juntarse con un grupo de niños con los que jugar al Pro y recordar viejos tiempos. El barco fue el más grande de los que estaríamos y estaba muy limpio para lo que nos esperábamos; el único “problema” eran los escarabajos que salían de noche alrededor de los baños; sino, se puede decir que los baños estaban limpios (el baño y la ducha eran el mismo espacio). Todo el sistema de aguas funcionaba (como en todos los barcos) con agua del río, por lo que aunque para el baño y la ducha no nos importaba mucho, así como los platos y cubiertos del propio barco que leímos que también se limpian con este agua, a la hora de lavarnos los dientes hemos preferido utilizar nuestra agua embotellada o la potable que había en el barco.

 

El barco de Manaus a Santarem, el Sao Bartolomeu, nos costó 100 BRL por persona comprándolo en el puesto de una agencia, aunque después nos enteramos que lo podíamos haber comprado por 80 en el propio barco. El recorrido, donde ya pasamos al río Amazonas, duró día y medio (de sábado a las 12h a domingo a las 19h) y aunque el barco tenía agua potable, no incluía comida, cosa que nosotros habíamos dado por supuesto y por lo tanto nos pilló desprevenidos. La comida en el barco tampoco era muy caro (rondando los 4€) y además en varias paradas de pueblos subieron vendedores con platos a 1.5€, por lo que pudimos sobrevivir perfectamente. Por lo demás, las condiciones del barco eran muy parecidas al anterior.

En este barco, que era algo más pequeño y la cantidad de extranjeros era bastante inferior, conocimos a una escocesa y 2 chicas italianas (con las que compartiríamos los días también en Alter do Chao). Durante el recorrido, al parar en un pequeño pueblo, tuvimos ocasión de ver delfines, que aunque no saltaban como en las películas, asomaban el lomo fuera del agua, e incluso vimos uno rosado, que la verdad resultó un tanto decepcionante, ya que en vez de parecernos bonito, nos dio la sensación de que estaba enfermo. Por la noche tuvimos suerte y nos dejaron dormir en el barco y salir al día siguiente, lo que para nosotros fue un alivio, ya que llegamos a las 19h de la tarde y era una faena buscar hostal a esas horas.

Delfín amazonas
Los delfines se asomaban de esta manera

 

Y el último barco que cogimos, el Rondonia, donde iríamos de Santarem a Belem, estaba algo peor que el anterior, pero aún con todo en un estado muy aceptable. Tras regatear un poco conseguimos pagar 130 BRL (en este caso no era posible comprarlo en el mismo barco porque te pedían el pasaje antes de entrar en el puerto) y esta vez nos aseguramos de las condiciones: la comida no estaba incluida (aunque la vendían en el barco) y había agua potable. Nosotros queríamos dormir en él la noche anterior a la salida, pero el barco llegaba a las 23h des Manaus, por lo que muy amablemente nos ofrecieron la opción de dormir en otro barco que ya estaba atracado y cambiar al día siguiente; perfecto para nosotros.

La diferencia era básicamente que las cubiertas eran todas cerradas, dando calor durante el día y manteniendo el frío del aire acondicionado por la noche (aunque se agradecía durante los momentos de lluvia) y que los baños estaban dentro de un espacio cerrado, lo que hacía que la humedad en aquel espacio fuera horroroso. De todas maneras, los 2 días que duró la travesía estuvimos muy a gusto: conocimos a varios chilenos, un brasileño y un gallego y la comida del barco estuvo muy buena. Una pena que ese feeling se estropeara un poco la última noche, cuando al estar llegando al mar, las corrientes eran bastante más fuertes y las hamacas se movían una barbaridad sin dejarnos dormir.

Una cosa que nos llamó la atención en todos los barcos (sobre todo en el primero) fue lo arregladas que iban las brasileñas. Es verdad que nosotros no teníamos opción de variar en la ropa, básicamente porque la ropa que llevamos es muy limitada, pero creo que si hiciéramos un “viaje” de este tipo en casa, llevaría la ropa más cómoda posible, porque total para pasarme el día en una hamaca… Sin embargo, las brasileñas se duchaban cada día por la mañana y se cambiaban de modelito: vestidos de fiesta; vaqueros y tops; maquillaje y perfume; tacones y peinados…

 

Respecto a la seguridad, habíamos leído que había que estar atentos en todo momento a las mochilas, principalmente por dos motivos: el robo y la posibilidad que te metan droga en el equipaje. El riesgo de un disgusto por robo lo minimizamos llevando nuestras pertenencias más valiosas con nosotros en todo momento, pero lo de la droga era más complicado. Es muy difícil estar todo el tiempo con un ojo en las mochilas y aunque llevamos candados en los bolsillos más grandes de la mochila, siempre hay pequeños bolsillos imposibles de candar. En el primer barco, “inventamos” un sistema que mediante una cuerda, unía todas las cremalleras de ambas mochilas y a su vez uníamos las mochilas a un poste. El sistema no era infalible, ya que obviamente una cuerda siempre se puede soltar, pero por lo menos dificultaba un poco la labor. Sin embargo en el resto de barcos no hicimos nada en especial, más que estar especialmente pendientes cuando parábamos en los pueblos, ya que junto con los nuevos pasajeros también entraban acompañantes, vendedores ambulantes o cualquiera.

Mochilas barco amazonas
Las mochilas requete-atadas y la hamaca preparada

 

Por último y como consejo a futuros viajeros de este tramo: la importancia de coger un buen sitio en el barco. Nosotros fuimos los quintos en entrar al primer barco, por lo que pudimos elegir el sitio que más nos gustara para colgar nuestra hamaca, pero ¿cómo elegir el mejor sitio si no sabes en qué te tienes que fijar? Nuestras ideas iniciales eran: en el piso más elevado posible (para alejarnos al máximo del sonido del motor), lo más alejados del baño posible (el olor puede llegar a ser bastante incomodo) y cerca de un poste en la medida de lo posible (para poder atar las mochilas a su alrededor). Sin embargo, después del primer barco aprendimos muchas más cosas. En cubiertas sin ventanas (abiertas), era mejor no colocarse en la primera fila, ya que la lluvia puede llegar fácilmente hasta la hamaca antes de que cierren los toldos. También relacionado con la lluvia, es importante agenciarse un palet (si los hay) para dejar allí las mochilas, y así en caso de que llueva y entre el agua, la altura del palet evitará que se mojen nuestras cosas. Si tenemos cosas electrónicas, puede ser interesante también fijarse en donde están los enchufes (si es que los hay) o si tenemos el sueño ligero, no es recomendable ponerse junto las luces de emergencia que permanecerán encendidas toda la noche ni cerca de la zona del bar (normalmente en la terraza) donde suelen poner la música extremadamente alta.

 

Leticia – Tabatinga

Totalmente al sur de Colombia y en frontera directa con Brasil, dicen que Leticia es la única ciudad segura del Amazonas colombiano. Llegamos en avión desde Bogotá, pero no pudimos disfrutar de un cielo despejado que nos permitiera tener una vista espectacular de esta enorme selva, ya que nos encontramos con un mar de nubes que dejaban entrever pequeños trozos del paisaje verde que escondían debajo.

Amazonas avión
El Amazonas desde la ventanilla del avión

 

Bajamos del avión, pagamos la tasa de turista “obligatoria” para entrar en la ciudad y tras la revisión canina de las maletas nos pusimos en marcha. Sellamos el pasaporte con la salida de Colombia en el propio aeropuerto y nos dispusimos a cruzar la frontera. Leticia esta pegada a la ciudad de Tabatinga, territorio brasileño. Una calle marca la frontera entre ambos países, pero a simple vista todo parece lo mismo excepto el idioma; y vaya cambio. Esta claro que es un idioma más o menos manejable (vamos que no se trata del chino), pero en aquel momento nos dimos cuenta de lo fácil que había sido para nosotros viajar hasta entonces con el ingles y el castellano. De todas maneras, con las nociones básica que aprendió Nico en su anterior viaje a Brasil y las ganas que tenía de practicarlo y de revivir y enseñarme Brasil en toda su esplendor, nos apañamos muy bien. Y menos mal, porque si llega a ser por mi…

 

Cambiamos pesos colombianos por reales brasileños (nos habían dicho que en Tabatinga no había cajeros, pero resulto no ser así), esperamos a que la policía federal abriera para sellarnos el pasaporte (donde no nos pidieron absolutamente nada) y nos fuimos a investigar los horarios y las condiciones del barco. Una vez gestionado lo principal, nos aprovisionamos con agua y alimentos en el súper, donde tardamos más de una hora por la parsimonia brasileña, para emprender nuestro viaje en ferry al día siguiente. Aunque nuestra intención era dormir esa primera noche ya en el barco y así ahorrarnos la noche en Tabatinga, no nos dejaron, por lo que encontramos pousadas muy básicas a 30 BRL la habitación cerca de la iglesia Matriz, así como restaurantes dónde el prato freito varía entre 6 y 10 BRL.

 

Manaus

Llegamos el sábado sobre las 8 de la mañana a Manaus y nuestro primer objetivo era informarnos de los horarios de los próximos barcos a Santarem: ese mismo día a las 11h y el lunes. Si cogíamos el primero, nos dejaba una hora para visitar Manaus y buscar un cajero, pero avanzaríamos más deprisa en dirección a Belem (cosa que nos interesaba por la cantidad de cosas que queríamos ver allí); si cogíamos el del lunes, tendríamos tiempo suficiente para visitar Manaus y viviríamos el pre-carnaval que se celebraba aquella noche, pero nos retrasaría un par de días nuestra llegada a Belem.

Finalmente decidimos coger el barco que salía en dos horas, por lo que con la mochila en la espalda nos dirigimos rumbo al Teatro Amazonas, una de las pocas atracciones turísticas de Manaus. Para visitarlo por dentro es obligatorio ir con guía en unas horas concretas y la visita dura unos 50 minutos. Como no teníamos tiempo para ello, nos tuvimos que conformar con verla por fuera, caminar por los alrededores y volver al puerto.

 

El otro atractivo turístico de Manaus lo vimos desde el barco a unos pocos kilómetros de la ciudad: el “encontro dos aguas”, lugar donde se juntan el río Solimões, de color cafe con leche, y el río Negro, de un color más negro. Por diferencia de temperatura y densidad de las aguas, ambos ríos se mantienen paralelos uno al otro durante un rato, sin mezclarse, y se puede ver claramente gracias a los diferente colores.

 

Santarem y Alter do Chao

Llegamos a Santarem el domingo por la tarde-noche y aquí también, nada más llegar lo primero que hicimos fue informarnos de los barcos para nuestro siguiente tramo: el primero salía el viernes. Eso nos suponía, a priori, un trastorno, ya que habíamos acelerado el ritmo en Manaus para llegar lo antes posible a Belem, y ahora nos íbamos a quedar estancados en Santarem 5 días. Sin más opción que la resignación, dejamos Santarem para ir a Alter do Chao, un pequeño pueblo a unos 45 minutos en bus.

Junto con las italianas, Luana y Carolina, encontramos un “redario” (un “hostal” donde ofrecían espacio para colgar tu propia hamaca) que nos pareció bastante caro, pero era la opción más barata (ya que se estaban aproximando ya las fechas de carnaval), y nos instalamos allí. En los 4 días que hemos estado allí, hemos conocido a una surcoreana y un francés, una peruana y un holandés, un brasileño y un zaragozano ¡que nos deleitó con fuet, lomo y queso! ¡No nos lo podíamos creer! Todos eran gente muy simpática e interesante y tuvimos buenas sobremesas con ellos.

Gente Alter do Chao
La gente que conocimos en el redario, aunque falta algún que otro

 

Inicialmente, creímos que estar en Alter do Chao 4 días nos iba a aburrir, pero al final el lugar resultó ser una grata sorpresa. Alter do Chao es un pueblo a orillas del río Tapajós donde, gracias a la arena blanca que hay allí de forma natural, se generan playas espectaculares y hasta una “isla”, “Ilha de Amor”. Aunque realmente no es una isla, vista desde el pueblo parece una isla paradisíaca que cuando el nivel del río es alto se inunda y cuando baja se conecta con el propio pueblo.

 

Además de la isla, hay paseos (tan largos como se quieran) que llevan a playas o montañas con vistas espectaculares. Una tarde, los 4 subimos al monte Piracura, desde donde se ve el recorrido que dibuja el río alrededor de Alter do Chao y cómo forma una gran laguna. Sin embargo, la parte más divertida de la excursión fue alquilar una barca para ir a la Isla del Amor, desde donde se empezaba la caminata. Podíamos haber contratado a un barquero para que nos llevara, pero nos pareció mucho más divertido remar nosotros mismos… hasta que vimos lo mal que lo hacíamos. Tras un buen rato de ridículo frente al muelle, conseguimos cogerle el truco y empezamos a remar con algo más de estilo y probando varias técnicas, y por lo menos conseguimos llegar al pie de la montaña.

 

Nico y Carolina también dieron un paseo hasta una de las playas y las italianas fueron el último día al otro extremo del lago. Nos sorprendió gratamente la cantidad de playas que había y las muchas caminatas que se podían hacer en la zona; tanto, que finalmente incluso nos fuimos con la sensación de que tendríamos que habernos quedado más tiempo. Además, encontramos un lugar donde preparaban ricos almuerzos a buen precio y una caseta que por las noches servían varios platos típicos. Para comer, probamos el surubim (un pescado típico de la zona), la “calabresa na chapa” (una especie de longaniza), “carne do sol” (exquisitos trozos de carne secados al sol) y bife, siempre con el acompañamiento típico de Brasil (arroz, frijoles, farofa y ensalada). Para cenar, probamos 2 platos algo más exóticos: el tacacá, que es una sopa de tucupí (un caldo hecho con mandioca) con gambas y jambú (una planta que se usa también de forma medicinal por su efecto anestésico); y el vatapá de camarão, una pasta de gambas (también probamos de pollo, aunque no es la receta original) hecha con aceite de palma, harina y leche de coco entre otros, que va acompañado de arroz y algunas hojas de espinaca. Exceptuando el tacacá, cuyo sabor nos pareció demasiado fuerte y además resultó ser muy pesado para el estomago, el resto de platos nos parecieron muy sabrosos.

 

Santarem no tiene mucho interés turístico, por lo que no pasamos demasiado tiempo allí. De todas maneras, es de mencionar que también se crea otro “encuentro de aguas” en el punto donde se encuentran los ríos Amazonas y Tapajós, que aunque es menos conocido, es igual de llamativo.

Share

4 Respuestas

  1. Joe Amaia eta Nico, zelako enbidixa!! Zelako argazki politxak! Ondo pasau :*

    • Comiendonos El Mundo

      Eskerrik asko Jone!! Ta ongietorri blog-era!! Patxo haundi bat!!

  2. Jod.. Amaia! que envidia, menudo forma de conocer el Amazonas.
    Recuerda ponerte la rebequita por la noche, que refresca por mucho verano que sea allí! 😀
    un abrazo

    • Comiendonos El Mundo

      Jajajaja, pues tienes toda la razón Irune, porque al dormir en hamaca además hacía falta algo más que una rebequita 😉

Leave a Reply to Jone Cancelar respuesta