El Eje Cafetero y Bogotá (días 149-153)

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Eje Cafetero

Tras un pequeño pit-stop en Bogotá, nos dirigimos al Eje Cafetero, una zona montañosa que abarca varias regiones donde se cultiva el cafe. Nos habían comentado que el recorrido para llegar a Manizales desde Bogotá vía Honda era muy bonito, pero nos suponía más horas de autobús, por lo que decidimos ir a Armenia suponiendo que sería igual de bonito: el ascenso de un gran puerto para entrar en un precioso valle. Sin embargo, salir de Bogotá fue toda una odisea que duró casi dos horas por el tráfico. Para cuando llegamos a la zona del puerto estaba anocheciendo, por lo que no pudimos disfrutar realmente de las vistas, pero por lo menos llegamos a tiempo a Armenia para coger el autobús a Salento e instalarnos allí para la noche.

Ibamos a pasar allí dos días y volveríamos en autobús de noche para Bogotá. Decidimos que el primer día visitaríamos el Valle del Cocora, un “must” en esta región. En la plaza de Salento montamos en unos “Willys” que nos llevarían hasta el pueblo de Cocora para poder empezar allí el trekking. En el “Willys” conocimos una pareja mayor de catalanes que acababan de empezar sus vacaciones por Colombia y una pareja joven de madrileños afincada en Santiago de Chile que acababan allí su viaje de mes y medio por el oeste de Sudamérica. Hicimos el recorrido con Marta y Lucas, los madrileños, y pasamos con ellos los días que estuvimos en Salento.

Willys Salento
Estos Willys son el transporte típico de la zona

 

El recorrido por el valle fue precioso. La parte inicial era una subida a través del bosque del valle al lado del río. Cruzábamos de un lado al otro del río mediante puentes e íbamos subiendo poco a poco por un paseo sin perdida (no contratamos guía y consideramos que no es necesario). Nuestro primer destino era la Casa de los Colibríes, una casa donde ponían agua con miel para atraer a colibríes y por lo tanto, un lugar fácil para verlos. Al principio no íbamos a ir, pero la pareja catalana mencionó que valía mucho la pena, así que yo cambié de opinión y convencí a Nico para que fuéramos. Por desgracia, al final resultó ser que no merecía tanto la pena, ya que, a pesar de que vimos colibríes muy bonitos y nos dieron bebidas (probamos la chicha de piña), el precio era demasiado elevado para lo que fue.

 

El segundo destino era la Finca de la Montaña: una casa en la cima de la ladera donde desaparecían los árboles y empezaban las vistas. Este segundo tramo fue el más corto y duro, debido a la empinada pendiente; sin embargo, a partir de ahí el tercer tramo fue un hermoso paseo por el Bosque de las Palmas. Además de espectaculares vistas de todo el valle y las montañas, vimos grandes laderas verdes salpicadas con palmeras de cera, muy altas y delgadas, que creaban un paisaje único. Fue un paseo de 6 horas que nos maravilló hasta tal punto que lo consideramos el lugar más bonito que hemos visitado en Colombia. Incluso con la niebla, que apareció varias veces en su forma más densa, no había manera de estropear un paisaje tan magnífico.

 

De vuelta en Salento había que reponer fuerzas, por lo que nos dimos un homenaje comiendo: trucha (plato muy típico de la región) y bandeja paisa (más típica de la zona de Medellín, ya que así es como se les llama a sus habitantes). Ambos platos estaba exquisitos, aunque hay que hacerle una mención especial al chute de colesterol de la bandeja paisa compuesta de arroz, alubias rojas (porque aquello no eran frijoles), huevo frito, chicharrón (la cara/careta del cerdo), chorizo y lomo de cerdo, acompañado de unas rodajitas de aguacate, para darle un toque verde.

 

Con la tripa llena fuimos al mirador del pueblo desde donde se puede ver el mismo valle desde la perspectiva contraria y dejamos que el día acabara de manera tranquila, con unas cervezas y buena conversación con la buena compañía de nuestros nuevos amigos.

Valle Cocora Salento
También nos encantaron las vistas del Valle del Cocora desde el mirador de Salento

 

Para el segundo día nos propusimos hacer el otro “must” cuando se visita la zona: un tour del café. Elegimos la finca cafetera a la que iríamos, guiados por los consejos de nuestro hostal, y nos pusimos en marcha. El paseo hasta la finca fue amena y bonita, de cháchara con Marta y Lucas y disfrutando del paisaje, pero tuvimos mala suerte al llegar, porque nos tocó esperar a que otra gente acabara su tour que había empezado un poco antes de llegar nosotros. Pero la espera mereció la pena, ya que la visita fue muy interesante y nos sirvió para darnos cuenta de lo poco que sabíamos del cultivo, cuidados y tratamiento de esta bebida tan común (ni siquiera sabíamos como era la planta del café). Tras la explicación, llegó el momento de la degustación, y a pesar de que se notara un sabor no muy fuerte pero intenso, para nuestro gusto nos faltó un poco de azúcar, ya que según los colombianos, el azúcar que ya tiene el grano endulza suficiente el café.

 

Bogotá

Llegamos a Bogotá el domingo sobre las 6 de la mañana. En la capital colombiana nos estaban esperando Ibon y Paula, amigos que nos acogieron en el pit-stop y que nos volverían a acoger durante nuestros últimos días en Colombia. Su plan del domingo, y al que nos habíamos acoplado encantados nosotros, era muy bogotano: salir de la ciudad hacia la naturaleza a hacer una barbacoa con los amigos para pasar el día. Ibon se fue temprano para llevar las cosas y “reservar” sitio y nosotros fuimos con Paula después de ducharnos y arreglarnos en transporte público. Un autobús, luego otros y finalmente un largo paseo (demasiado largo) que recortamos gracias a una pareja (majísima) que nos cogió haciendo dedo. La anécdota del camino sucedió cuando, yendo nosotros andando, nos cruzamos con un gran grupo de ciclistas. En una curva muy pronunciada, un coche que se dirigía en el mismo sentido que las bicicletas estuvo a punto de arrojar a un niño y su padre, frenando de manera brusca ante el coche le cortó el camino para montar la bronca llamándolo de todo. Hasta ahí podría ser una situación común también en Europa, pero la sorpresa llegó cuando nada más empezar la discusión, el conductor del coche sacó un revolver. Nosotros que nos estábamos acercando al lugar, paramos en seco y tuvimos suerte de que uno de los policías que estaban “escoltando” el paseo ciclista se acercó de inmediato, haciendo que el ciclista continuara y el coche se apartara de la carretera. Al parecer no es común ver armas en Colombia (o eso dijeron los colombianos con los que estuvimos), pero casualidades de la vida, nos tocó a nosotros.

Una vez en el embalse de Neusa, donde ya se estaba preparando la barbacoa, conocimos a los amigos de nuestros anfitriones, y entre risas y conversaciones varias, pasamos un estupendo día. La carne de la barbacoa estuvo buenísima, junto con verduras asadas y ensalada de aguacate, y para beber probamos la colombiana: como nuestra cerveza con limón, pero en vez de limón un refresco al que ellos llaman Colombiana y tiene un sabor… “indefinido”.

 

De vuelta para casa, la pareja que nos había recogido haciendo dedo se ofreció a llevarnos hasta Bogotá, así que tuvimos una vuelta muy agradable descubriendo otros aspectos de la vida colombiana. También conocimos , ya que mientras nos explicaban que era se les antojó a ellos también, y paramos a comprar unos cuantos. Con aquello y una rica agua panela caliente que nos preparó Paula, concluimos un día muy completo.

 

La escapada nos dejó un único día para visitar la ciudad. Como era lunes, los museos como el Museo del Oro, bastante famoso, se encontraban cerrados. Además, como al día siguiente partiríamos hacia el Amazonas y estaríamos más de 10 días semi-incomunicados, queríamos hacer skype con la familia, por lo que el día de visita fue bastante corto. Fuimos a la plaza Bolivar y dimos una vuelta por el centro. Coincidimos con una protesta de transportistas, dimos la vuelta al edificio presidencial e hicimos algo de compra para prepararles una buena cena a Ibon y Paula: tortilla de patatas. Aunque la visita que le hicimos fue mas bien cortita, estuvimos muy a gusto con ellos y sus mascotas, Frida Gamma y Saturno (a pesar de algún que otro arañazo). Eskerrik asko por todo! Habéis ayudado a que nuestro paso por Colombia no fuera de mero turista 😉

 

Y aquí acababa nuestra travesía por Colombia, un país y una gente muy chéveres. Creemos que este país se merece una visita de al menos un mes, ya que hemos dejado muchas partes sin visitar y algunas a medio visitar. Sin embargo, Brasil y su carnaval nos estaban esperando y como todo no se puede… ¡Volveremos Colombia!

Amigos Bogotá
Con nuestros equipo de anfitriones al completo… Eskerrik asko!

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4 Respuestas

  1. Aupa bikote!!! Hace mucho que no os escribo y me he dicho, hoy toca. Vaya batallitas las vuestras pero veo que podéis con todo. Por lo demás, os veo fenomenal, muy bien alimentados, y siempre con buena compañía. Los paisajes preciosos, igual de verdes que por aquí (con tanta lluvia….normal). Ondo segi eta muxu haundi bat bioi.

    • Comiendonos El Mundo

      Pues nosotros contentos de que nos vuelvas a escribir! Efectivamente estamos siempre conociendo a gente nueva y muy maja, la gastronomía sigue sin defraudar y los paísajes nos enamoran día a día. Patxo haundi bat!

  2. Que pinta tenían esas alubias!, y que chulo el valle!, pero cuidadin con los pistoleros, que susto!!

    • Comiendonos El Mundo

      Jajaja… Te damos la razón en todo! Por suerte el momento pistolero fue tan rápido que en parte no nos dio tiempo ni a asustarnos!

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