Chapada dos Guimarães y el Pantanal desde Cuiabá (días 200-205)

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(En este post ya faltan fotos debido a la perdida del iPhone)

 

Llegamos al aeropuerto de Cuiabá de noche, por lo que nos fuimos directo a un hostal “barato” que habíamos encontrado y donde casualmente también estaba Maarten alojado. Cuiabá iba a ser nuestro campamento base esta vez, y de allí nos moveríamos a la Chapada dos Guimarães y al Pantanal. El primer día fue únicamente de “investigación” y gestiones: decidirnos si ir al Pantanal o no nos llevó su tiempo, por el elevado precio de los alojamientos y las actividades, por lo que Nico se dedicó a buscar y rebuscar para encontrar el mejor precio. La Chapada era algo más sencillo, y como convencimos a Maarten de que se viniera con nosotros, el alquiler del coche nos salió mucho mejor de precio.

 

Chapada dos Guimarães

De las 3 chapadas, ésta es la más pequeña y la que tal vez menos cosas ofrezca. Aunque el plan del primer día lo teníamos claro (ver un par o tres de cascadas y algunos miradores), el segundo día era más complicado, ya que los precios que leíamos en internet eran muy elevados para lo que a nuestro parecer era la actividad.

 

Mientras subíamos hacia el pueblo donde nos alojaríamos, también llamado Chapada dos Guimarães, paramos varias veces en la carretera para sacar fotos de las montañas rojizas y el paisaje un tanto peculiar. Nuestra primera parada sería la cachoeira Veu de Noiva, un breve paseo para ver un gran salto de agua al comienzo de un valle frondoso. Prácticamente en el mismo lugar, también había dos cascadas más donde la gente se bañaba o hacía picnic con sus familiares y amigos.

 

Siguiendo en nuestra ruta también fuimos a dos miradores, Alto do Ceu y Mirante do Centro Geodésico, con vistas espectaculares. Desde ellas se podía ver el final de las montañas que se convertían en una gran explanada que en algún momento había sido agua. La verdad es que podías quedarte horas contemplando el horizonte brumoso y si tenías suerte un par de guacamayos coloridos te sacaban de la abstracción, como fue nuestro caso.

 

Tras pasar la noche en el pueblo Chapada, nos dirigimos hacia Bom Jardin. Este pequeño pueblo, un poco más al norte de la chapada, está adquiriendo fama debido a las aguas cristalinas de sus ríos llenos de peces. Por este mismo motivo, se le compara con Bonito, en el estado vecino de Mato Grosso do Sul, que es más conocido y obviamente más caro. Habíamos estado mirando las diferentes opciones que teníamos allí para nadar con peces. Por una parte estaba el Balneario Estivado, por donde pasamos con el coche, pero que simplemente era como un estanque lleno de peces, y no nos gustó la idea. Por otro lado, habíamos leído que era posible nadar en el río Triste sin pagar entrada en ningún sitio, simplemente acercándonos a la orilla en cuanto el río saliera de una propiedad privada. Aunque lo intentamos, finalmente la idea no nos convenció a todos, ya que teníamos que entrar por un bosque cerrado y no muy accesible.

 

Finalmente, nos decidimos a ir a la finca que organizaba “flotaciones” en el río Triste; básicamente, ellos ofrecían gafas, snorkel y chaleco para ir bajando el río “flotando” mientras se veían peces, acompañado de un guía, por el módico precio de R$65 por persona. El día estaba lluvioso y no había ningún otro turista, y como no preveían tener a nadie tampoco tenían un guía disponible. Aprovechando todos estos factores, nosotros les comentamos que no queríamos hacer la flotación, que simplemente queríamos nadar un poco con peces. Accedieron a dejarnos pasar por sólo R$20 y nos dejaron allí solos. Nuestra idea inicial era efectivamente nadar únicamente, pero vimos que con aquellas aguas calmadas podíamos descender el río simplemente flotando por nuestra cuenta y sin chaleco, ya que el río tenía varias salidas más abajo. La experiencia fue genial y grabamos todo el recorrido en video, pero lamentablemente (y con mucho dolor), hemos perdido esos videos junto con el iPhone. En el recorrido, donde el río iba entre árboles, pudimos ver muchos peces de todos los colores y tamaños, así como troncos caídos y plantas de todo tipo. Todo nuestro entorno se veía muy natural y salvaje, lo que le dio un toque único al tema.

Tras el baño, comer y nos dirigimos a nuestro segundo destino que nos tenía intrigados y entusiasmados: la Lagoa das Araras. Las araras son estos guacamayos de color amarillo y azul o rojos con plumas azules y amarillas, y este lago es su hogar entre el atardecer y el amanecer. Por ello, en estos dos momentos del día, es fácil verlos llegar y posarse en las diferentes palmeras junto con otras aves. Estábamos expectantes de realmente cuantos pájaros llegarían al mismo tiempo a este lugar único, pero la sorpresa fue también el lugar en sí. Estuvimos prácticamente solos y las tranquilísimas aguas del lago hacían de un perfecto espejo, hasta que los caimanes que lo habitaban hacían su acto de presencia. No conseguimos ver ninguno claramente, pero de tanto en tanto, algo se asomaba desde dentro del agua alterando por completo la tranquilidad que allí se respiraba. Estuvimos casi dos horas y pudimos ver muchos pájaro llegar y marchar, pelearse por la misma palmera y volar juntos como si de un baile sincronizado se tratara; un espectáculo digno de ver en el entorno perfecto.

Lagoa das Araras
La Lagoa das Araras en sí misma es un lugar increible. El efecto espejo que crea el agua nos dejó encandilados, ¿la foto esta derecho o al revés?

 

El Pantanal

Al final habíamos conseguido el hostal perfecto a un precio asequible y Maarten encontró un nuevo compañero de viaje: Seyni, un viajero suizo interesado también en pasar unos días en el Pantanal. Los 4 pasaríamos casi 2,5 días en este hostal con el único objetivo de ver el máximo de animales posibles.

Transpantanera
Seyni, Maarten, Nico y yo… El equipo Pantanal

 

Nos vino a recoger un hombre a Poconé y en el trayecto al hostal por la transpanteriana empezó nuestro safari fotográfico. Vimos un caimán (muy abundantes en la zona) en el borde de la carretera; vimos varios martín pescadores secándose las alas; garzas blancas y reales, elegantes con su antifaz negro; a lo lejos pudimos ver una pareja de tucupís, un ave que no conocíamos en absoluto, pero que nos llamo muchísimo la atención por su gran tamaño (con las alas extendidas puede llegar a medir más de 2 metros); entre muchas otras aves y animales más comunes. Con la cantidad de animales que vimos tan sólo al llegar, nuestras expectativas de ver montones de animales, a poder ser poco comunes, se multiplicaron, pero las cosas no eran tan fáciles.

 

Tras instalarnos en cómodas habitaciones y comer bien, nos fuimos de paseo en barco por el río. Aunque el paisaje era muy bonito, durante casi todo el trayecto ningún animal dio señales de vida, más que algunos pájaros (que como nosotros no somos precisamente amantes de los pájaros no los teníamos en cuenta). Sin embargo, cuando ya estábamos desilusionados, algo empezó a cruzar el río. Al principio parecía un animal pequeño que flotara en la superficie del agua, pero pronto nos dimos cuenta que parecía tener más forma de caballo y que iba caminando por el fondo del río, aunque la cabeza no se parecía en absoluto. Finalmente, resultó ser un tapir, muy difícil de ver generalmente.

 

El paseo acababa cerca de una torre construida sobre un árbol y que ofrecía unas vistas magníficas por encima de la vegetación. Desde allí pudimos ver el atardecer, tormentas a lo lejos, el retorno de pájaros a sus nidos y lo que creemos que era una familia de grandes nutrias en el río; lastima de que estaban demasiado lejos para apreciarlos bien.

 

El día acabó con un paseo nocturno en el que no vimos nada mas que los ojos brillantes de un caimán, lo cual fue bastante decepcionante. Algunos comentaban que era debido al ruido que sacábamos tanta gente junta (ya que vinieron con nosotros 2 chicas belgas y un hombre francés que también estaban en la posada). De todas maneras, yo creo que simplemente no tuvimos suerte y los animales no estaban allí, porque al día siguiente fueron dos chicos de Vitoria solos con su guía particular, y tampoco vieron nada.

Amaneció un nuevo día y con esperanzas de ver más animales nos fuimos a dar un paseo a caballo; pero no pudo ser más frustrante. Aparte de los caballos que montábamos, los únicos animales que vimos fueron un par de monos; ni siquiera las aves se dignaron a aparecer. Nuestras caras lo decían todo y hasta el guía parecía sentirse mal, así que cuando a media tarde vio una capibara pasearse tranquilamente por la hierba de la finca, vino corriendo a avisarnos para que la viéramos.

 

Para la tarde nos ofrecieron un recorrido de 2 horas que podía estar un poco inundado o otro recorrido más corto y después ir a pescar pirañas. La segunda opción apetecía más tanto por la pesca de pirañas como por el hecho de no mojarnos. Pero el paseo se complicó. Al parecer, el nivel del agua es tan cambiante, que lo que hacía dos días estaba seco, ese día estaba tan inundado que el agua nos llegaba hasta medio muslo. El guía fue abriendo un nuevo camino a base de machete, pero el remojón de piernas no nos lo quitó nadie. Aunque en esta ocasión, tampoco hubo suerte con los animales.

 

Cuando finalmente salimos del agua, llegó la hora de la pesca. Con cañas algo rudimentarias y trozos de carne cruda, todos nos pusimos manos a la obra sin tener mucha idea de pescar. Enseguida notamos todos como las pirañas mordisqueaban la carne, pero ninguno consiguió pescarlas; era frustrante ver como se comían todo el cacho de carne sin picar en el anzuelo. Por suerte, los dos guías fueron más habilidosos que nosotros y cada uno pescó uno, lo que nos brindó la ocasión de verlas de cerca. De todas maneras, el momento cumbre llegó poco antes de que marcháramos, cuando a lo lejos vimos que algo se movía en el agua. Inicialmente pensamos que era una islita flotante de hierba, pero a medida que se iba acercando a nosotros y contra corriente, vimos que era un caimán. Se acercó por completo a nuestro barco sin miedo (aunque tal vez los que deberíamos haber tenido miedo éramos nosotros). Teniéndolo tan cerca, uno de los guías volvió a poner la piraña en el anzuelo y lo toreó de un lado al otro. Nos parecía increíble tener a aquel bicho tan cerca. Finalmente, dejó que el caimán mordiera al pez e intentó sacarlo del agua, pero la fuerza del caimán rompió el hilo de pescar. En total serían entre 5 a 10 minutos los que estuvimos “jugando” con el caimán, y fue alucinante.

 

Tras aquella experiencia, no volvimos a ver ningún animal nuevo. La sensación de cada uno respecto al “éxito” de la expedición, creo que fue diferente. Nico estaba un poco decepcionado al principio, ya que esperaba ver más animales. Sin embargo, tras reflexionar en la cantidad de animales diferentes que habíamos visto, aunque sólo fuera una vez, ya no le parecieron tan pocos. Avistar animales depende de muchos factores que no siempre están en nuestras manos y el hecho de haber visto, por ejemplo, un tapir a mi ya me parecía increíble. Además, tampoco fuimos en la mejor época, ya que había bastante agua y por lo tanto, tanto los peces tenían mucho espacio donde moverse, como los grandes animales muchos lugares donde ir a comer y beber. Nos dijeron que durante las temporadas más secas, todos se concentran en lugares más específicos por lo que los turistas tienen más suerte, pero yo ya me conformo con lo que he visto y vivido.

 

Información práctica

Transporte
  • Avión Brasilia – Cuiabá: El billete que compramos con antelación en Avianca nos salió más económico que el autobús que hace el mismo recorrido en 18-24 horas (R$60)
  • Trayecto Cuiabá – Pantanal
    • Autobús Cuiabá – Poconé: Es importante saber que no sale desde la estación principal (R$19)
    • Poconé – A nuestro hostal en el Pantanal: Nosotros contratamos el transporte junto con el alojamiento, pero vimos gente que hacía dedo a cualquier hostal que les llevaran (R$120 por 4 personas)
Alojamiento
  • Cuiaba: Pantanal Backpackers Hostel (R$50/p dorm. comp.)
  • Chapada dos Guimarães: Pousada Ribas (R$90 hab. triple)
  • Pantanal: Pousada Rio Clarinho (R$150/p dorm. comp. + comidas + actividades)
Actividades
  • Chapada dos Guimarães
    • Cascadas: gratuito
    • Mirador Alto do Ceu: R$5 por 3 personas
    • Mirador do Centro Geodésico: gratuito (y se ve prácticamente lo mismo que en el otro)
    • Flotación en el río: R$20
    • Lagoa das Araras: R$10
  • Pantanal
    • El alojamiento, la comida y las actividades (barco o caballo, más paseos) se pagan junto

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