Maragogí, Salvador y Chapada Diamantina con los padres de Nico (días 185-193)

publicado en: Brasil | 0

(En este post ya faltan fotos debido a la perdida del iPhone)

Maragogí

Maragogí pertenece al estado de Alagoas, al sur de Pernambuco, y es un pequeño pueblo conocido como el caribe brasileño por el color turquesa transparente del mar. El pueblo es bastante pequeño y tiene muchas de sus calles aún sin asfaltar, lo que nos sorprendió mucho, pero el paseo junto al mar está lleno de restaurantes y hoteles de todos los estilos y niveles, y también de agencias turísticas ofreciendo principalmente las dos actividades más conocidas del lugar: paseo en buggy por las 7 playas y excursión a las piscinas naturales.

Desayuno Maragogí
En el hostal de Maragogí disfrutamos muchísimo con sus deliciosos desayunos variados

 

El día que llegamos el cielo estaba algo nublado y la playa no nos pareció nada del otro mundo, con un color gris muy común; por lo que la decepción inicial fue notoria. Sin embargo, al día siguiente el sol brillaba con bastante fuerza y el panorama cambió radicalmente: el agua era de mil tonalidades diferentes de azul, la arena blanca blanquísima y el ambiente maravilloso.

La primera actividad que hicimos fue la del buggy por las siete playas, aunque nos pilló un poco el toro a la hora de hacer la reserva y coincidimos con la subida de la marea, por lo que tuvimos que recorrer una parte por carretera. De todas maneras, el paseo fue espectacular. Los colores del mar nos cautivaron y el paisaje paradisíaco era inigualable. Tuvimos la ocasión de bañarnos varias veces y, para nuestra sorpresa, comprobar que el agua estaba caliente, muy caliente, exageradamente caliente. Además, estas playas tiene en algunos puntos muy poca profundidad, por lo que se crean lo que llaman piscinas naturales, y es que puedes caminar y/o nadar hacia el interior, y llegar a un punto muy lejano a la orilla donde el agua sólo te llegue hasta la cintura.

 

Y precisamente, eso es lo que hicimos al día siguiente Nico y yo: irnos al día siguiente en un barco a nadar con peces en unas piscinas naturales bastante alejadas. El día no acompañaba, ya que amaneció lluvioso, pero el agua se mantuvo transparente aunque no obviamente no hubiera sido lo mismo tener unos rayos de sol. Juntos con un montón de gente y a su vez otro montón de barcos, nos dejaron sueltos en las piscinas durante hora y media. La mayoría de gente no se movió demasiado del lugar, pero nosotros decidimos alejarnos de la marabunta. Recorrimos un poco el coral (que no tenía pinta de estar muy vivo) y fuimos viendo algún que otro pez. La verdad que no fue nada del otro mundo, pero lo aprovechamos para estrenar nuestra funda impermeable para el móvil y aunque hemos perdido todas las fotos que hicimos, tenemos la suerte de mantener alguno de los videos.

 

De todas maneras, lo más curioso de la experiencia fue la foto romántica que ofrecía la agencia por un módico precio. La pareja, sumergida en el agua pero sin gafas ni snorkel, se daban un beso o dibujaban un corazón con sus dedos mientras alguien les sacaba una foto con una cámara sumergible; hasta ahí todo correcto. Sin embargo, la gracia de la foto era que aparecieran pececitos de colores en ella, cuantos más mejor, y por lo tanto tenían que atraerlas de alguna manera. Su táctica era la siguiente: el fotógrafo se metía la mano en la parte delantera del pantalón del bañador, después juntaba todos los dedos mirando hacia arriba y los movía lentamente. En 5 segundos tenía mínimo 10 peces comiendo literalmente de su mano, pero sin que realmente nada saliera de ellas. Nico hizo la prueba de hacer “aparentemente” lo mismo, pero no funcionó. Preguntamos a uno de ellos a ver si daban de comer a los peces y nos miró horrorizado respondiendo que no se debe dar de comer a los peces, pero no quiso desvelarnos su secreto. Por lo tanto, nos queda la duda de si depende del tiempo sin una buena ducha (porque bañados estaban) o simplemente que a los peces les gusta más el olor corporal brasileño que el de Nico.

 

Odisea de Maragogí a Salvador

Nuestra próxima parada era Salvador, a 9 horas de autobús, por lo que habíamos decidido hacerlo de noche. Para ello, primero tuvimos que coger un pequeño minivan que nos llevaría a Maceió, porque el horario del autobús es muy inestable y hay que esperarlo al borde de la carretera. Sin embargo, la opción del minivan tampoco fue la mejor, ya que a medida que avanzábamos en el camino, cada vez más gente entraba en él, hasta llegar al punto de estar aplastados, sin más espacio disponible y viendo que el conductor todavía quería meter a más gente.

De todas maneras, finalmente llegamos a Maceió y compramos el ticket del bus: saldríamos a las 00.30 y llegaríamos a las 9 de la mañana a Salvador. Cenamos en la estación, una partidita de cartas, hacer tiempo y finalmente llegó el autobús: todos arriba y nos pusimos en posición para dormir. Una vez recogidos todos los pasajeros, el autobús echó marcha atrás y se paró. Pareció que sería un momento, pero el momento se alargó… Alguien subió avisando que la gente que fuera a Aracajú bajara para montarse en otro autobús… La cosa empezó a oler mal, pero era muy tarde y teníamos sueño… Así, nos dormimos, el tiempo pasó y llegaron las 6 de la mañana. El autobús seguía en el mismo lugar y los 10 pasajeros que íbamos a Salvador estábamos despiertos y bastante cabreados. Al parecer, aunque el conductor insistía en llamar a otro bus desde la noche, el hombre en cargo de la oficina se resistió, y su plan era montarnos en el bus de las 6am. Sin embargo, cuando este bus llegó, al parecer no tenía lugares para nosotros y ahí se lió la mari-morena… Querían que nos fuéramos a Aracajú en un bus y allí cambiar a otro, contando con que alguien nos estaría esperando. Como aquello no convencía a nadie, el enfado iba “in crescendo” hasta que llegó alguien superior de la empresa y contrató 2 taxis para que nos llevaran directos a Salvador. Finalmente, salimos a las 7.30 de la estación y tras muchas aburridas y calurosas horas de coche, sobre las 15h llegábamos a Salvador. En el trayecto nos enteramos, que esta compañía con oficina en la estación de Maceió y que parecía de lo más normal, había tenido varias denuncias y había sido clausurado por la policía varias veces. Bastó con estar con los padres de Nico, ¡para que nos pasara lo que no nos había pasado en todo en viaje!

 

Salvador

El centro histórico de Salvador es grande y muy bonito. Aunque no tiene muchos edificios de estilo colonial, como puede ser el caso de São Luis, tiene varias plazas de gran tamaño que le dan mucha vida y tanto turistas como locales abarrotan sus calles empedradas cada día. Uno de los símbolos de la ciudad es el elevador Lacerda, que conecta la zona baja donde se encuentra el mercado Modelo, con la plaza municipal desde donde se pueden tener unas vistas increíbles de la Bahía de Todos los Santos. Salvador, una de las ciudades brasileñas con más descendencia africana, también es conocida por su carnaval, la amabilidad de su gente y su colorido. Las calles de artesanías y el mercado están llenos de cuadros de diferentes estilos que representan las fiestas de la ciudad. A su vez es fácil encontrar muchas bahianas vestidas con ropa tradicional, obviamente como reclamo turístico, pero que no deja de ser curioso de ver.

 

Aprovechamos el paseo mañanero para probar el aracaje, tradicional de Salvador y que viene a ser una bola de pan muy frita, rellena de vatapá (aquella salsa de gambas que os contamos en Belem) y con gambas. El snack tenía buen gusto en general, pero el pan estaba demasiado aceitoso por lo que resultaba demasiado pesado en el estomago. Para cambiar un poco, fuimos a comer a un sitio más del estilo europeo donde pudimos comer risotto, pescado, carne y unas bruschetas de jamón y rúcula, junto con ensalada y unos brownies de postre que estaban espectaculares. ¡Cómo lo disfrutamos!

Aracaje Salvador
El aracaje que compramos en un puestito de la calle con su vendedora bahiana

 

Salvador también tiene playas bonitas, pero debido al retraso en nuestra llegada a la ciudad no pudimos ir. Nuestro alojamiento estaba muy cerquita de la playa de Itapúa, algo alejada del centro pero de muy fácil acceso. Estrecha y alargada, no estaba muy concurrida cuando pasamos por ella, como era ya habitual ver en Brasil, pero ofrecía alguna que otra ola lejos de la bahía.

Playa Itapúa Salvador
Aunque algo rocosa, la playa de Itapúa nos gustó

 

Chapada Diamantina

En Salvador alquilamos un coche y nos dirigimos hacia este parque que es más grande que Bélgica. El recorrido duró unas 7 horas por carreteras a veces buenas y a veces llenas de baches, y sobre todo lleno de camiones locos por adelantar otros camiones.

Alrededor de la Chapada Diamantina hay varios pueblos pequeños que sirven de campamento base para visitar sus muchísimos puntos de interés. Nosotros nos instalamos en Lençois, un pequeño pueblo con encanto que ofrece muchísimos servicios de alojamiento y restauración de todo tipo y nivel. A pesar de que se pueden hacer trekkings de varios días que recorrer gran parte del parque y sus mayores puntos de interés, nuestra idea era ir en excursiones de día a algunos sitios, por lo que tener el coche era esencial. De no ser así, tendríamos que haber contratado tours cada día, ya que es imposible llegar en transporte público.

Lençois
Paseando por las calles de Lençois

 

Morro Pai Inazio

En nuestro camino a Lençois, decidimos seguir un poco más hasta este punto antes de instalarnos en el pueblo. Siguiendo la carretera y tras una subida por un camino de tierra, empieza el camino a esta montaña. El acceso es fácil y las vistas son maravillosas. Desde esta cima se puede observar por una parte un hermoso valle de chapadas, y por otra parte montañas sueltas con esta forma tan curiosa. Si se tiene ocasión y el tiempo acompaña, dicen que el color del atardecer lo hace aún más mágico, pero nosotros no tuvimos la suerte y nos tuvimos que conformar con la luz normal.

 

Poço Encantado y Poço Azul

Ambos pozos están dentro de una cueva, pero a veces reciben luz solar, y son de agua totalmente transparente, que con la luz dentro del agujero, se ve de un azul intenso. Para llegar a ellas la carretera es un desastre: prácticamente toda es de tierra y llena de agujero y piedra suelta. A menos que se tenga muy buen coche, hay que conducir despacio y con mucho cuidado, llegando a desesperar, pero la belleza de los pozos merece la pena.

Para acceder al Poço Encantado, es obligatorio llevar casco, aunque el acceso es muy sencillo. Nosotros bajamos con una pareja francesa que llegó al mismo tiempo, por lo que fuimos un grupo reducido, e íbamos con un guía de allí que nos explicó un poco las características del lugar. Está prohibido bañarse en este pozo, ya que el agua no es corriente, sino que se estanca ahí tras las lluvias. Pero con sólo verlo nos bastó: agua increíblemente azul, con el contraste de la roca amarilla; precioso.

 

Al Poço Azul se accede a través de una escalera vertical y no es necesario llevar casco, pero en caso de querer bañarte en él, sí es obligatorio el uso de un chaleco que facilitan ellos. El baño está permitid porque el agua se renueva a través de un río que pasa por debajo del pozo, y la idea es hacer snorkelling para poder ver la transparencia del agua y algunos de los peces que viven allí. Pero más que nadar, lo que dejan es que flotes tranquilamente en el agua, ya que los movimientos bruscos o fuertes están prohibidos. Al llegar, coincidimos con un rayo de sol que incidía en el agua por unos últimos minutos, y aunque las fotos no hacen mucha justicia, ya que la poca luz dificultaba la labor, el lugar tenía un toque mágico.

 

Cachoeira de Fumaça

Esta cascada, una de las más altas de Sudamérica, que traducido se llamaría Cascada del Humo, debe su nombre a la cantidad de agua que en su trayecto en caída libre, vuelve a subir hacia arriba como si fuera humo. Sin embargo, nosotros no pudimos verla en su total esplendor, ya que estaba bastante seca. Para llegar a ella hay que conducir hasta otro pueblo de los alrededores del parque, Vale do Capão, y de allí empezar una caminata montaña arriba. Viene a ser una hora subiendo, más otra hora en llano lo que se necesita para llegar a este mirador desde donde además de la cascada, se puede ver un frondoso valle.

 

Muczezinho y Poço do Diabo

El río Muczezinho, a su paso por diferentes formaciones rocosas, crea piscinas naturales y pozos donde está permitido el baño. Al bajar por las escaleras que comienzan en una tienda de artesanías, llegamos a un lugar donde el río color coca-cola se estanca en un pequeño hueco tras haber bajado por una gran losa plana. El baño aquí es muy cómodo, ya que permite entrar y salir poco a poco, pudiendo hacer pie en todo momento, y el agua, aunque fresca, no estaba excesivamente fría.

 

Pero siguiendo hacia abajo en sentido del río, se llega a una hermosa cascada que acaba en un pozo cuyo color es de rojo intenso cuando el sol le da directamente y de eso que recibe su nombre: el Pozo del Diablo. También está permitido el baño, pero había que bajar varios metros entre las rocas, por lo que preferimos bañarnos en la otra piscina.

Poço do Diabo
Aunque nosotros fuimos algo antes del atardecer, creemos que este pozo, junto con su cascada, puede ser un lugar mágico cuando los rayos del sol indicen directamente

 

Riberao do Meio

El último día, teníamos la mañana libre antes de coger el coche para volvernos a Salvador, por lo que decidimos hacer esta caminata que empezaba en Lençois y nos llevaría hasta unas piscinas naturales con una piedra en forma de tobogán. La caminata, que primero sube, luego baja y al final es un paseo en llano, dura aproximadamente una hora y es bastante fácil de hacer. Una vez allí, la diversión está garantizada para aquellos que se atrevan a escalar por la piedra y después se dejen deslizar por ella,como hizo Nico en varias ocasiones.

 

Información práctica

Transporte
  • Trayecto Olinda – Maragogí
    • De Olinda hay que volver a la estación de autobuses de Recife cogiendo un urbano y el metro
    • Autobús Recife – Maragogí: R$24.5
  • Trayecto Maragogí – Salvador
    • Trayecto Maragogí – Maceió
      • Opción 1: Coger el mismo autobús que nos trajo desde Recife cuya hora de pasar puede variar
      • Opción 2: Coger una furgoneta que sale prácticamente cada hora, pero en el que puedes acabar apretadísimo (R$15)
    • Autobús Maceió – Salvador: hay varias compañías con diferentes precios y horarios que lo hacen, pero no coger Expreso Brasilia (que fue el nuestro) (R$100)
  • Chapada Diamantina
    • Morro Pai Inazio: hay que seguir por la carretera principal cuando se viene de Salvador, sin coger la desviación a Lençois hasta que se indica el desvío al camino de tierra
    • Poço Encantado: Hay que conducir hacia Andaraí y después allí seguir las indicaciones o preguntar
    • Poço Encantado – Poço Azul: Hay una opción que merece la pena probar, porque el trayecto es muy corto y te deja al otro lado del río que hay frente el Poço Azul, y en general, suele haber gente con barquitos que te pasa de un lado al otro.
    • Cachoeira de Fumaça: El comienzo del camino está en Vale do Capão
    • Muczezinho y Poço do Diabo: Se llega a través de una tienda que está yendo del Morro Pai Inazio a Lençois a mano izquierda al borde de la carretera
Alojamiento
  • Maragogí: Hotel Maragolfinho (R$90 habitación para 2 con desayuno)
  • Salvador: Pousada Flor da Itapua (R$110 habitación para 2 con desayuno)
  • Lençois: Pousada da Lurdinha (R$90 habitación para 2 con desayuno)
Actividades
  • Maragogí
    • Paseo en buggy: R$80 para 4 pers.
    • Snorkel en piscinas naturales: R$60/pers
  • Chapada Diamantina
    • Morro Pai Inazio: R$5
    • Poço Encantado: R$20
    • Poço Azul: R$20
    • Cachoeira de Fumaça: la voluntad

Share

Dejar una opinión