Honduras (días 100-110) – Copan, Utila y Tegus

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Honduras

 

A las 5 de la mañana vino a buscarnos nuestro shuttle que nos llevaría hasta Honduras. Era nuestro día 100 de viaje e íbamos a pasar al quinto país en nuestra ruta. Honduras es conocido mundialmente por ser peligrosa, ya que sus dos principales ciudades, Tegucigalpa y San Pedro Sula, están en el top 5 de las ciudades con más asesinatos del mundo. Nuestro paso iba a ser breve y en lugares muy concretos: Copán Ruinas, Utila y Tegucigalpa por la necesidad de hacer un transbordo.

 

Copán Ruinas

Llegamos a este pequeño pueblo cerca de la frontera sobre las 10 de la mañana. En la frontera no tuvimos ningún problema, pero esta vez los guatemaltecos no nos pillaron desprevenidos. Al sellarnos el pasaporte para la salida, nos pidieron 10 quetzales, a lo que contestamos que tras hablar con la embajada, sabíamos que no había que pagar nada. Automáticamente, el hombre empezó a preguntarnos sobre nuestra estancia en Guatemala y nuestro planes en Honduras, olvidándose por completo del pago. En Honduras no tuvimos opción de evitar pagar los $3 por la entrada, que estaban indicados en grandes carteles y por lo que recibimos un recibo conforme el pago, con lo que concluimos que era “bastante” legal.

En Copán lo único que hay para hacer es la visita a las ruinas. Se llega desde el pueblo caminando y se caracterizan por tener escrituras y jeroglíficos muy bien conservados en las paredes de los templos y palacios, así como en placas de piedra a los que llaman estelas. En la entrada nos estaban esperando unos coloridos guacamayos y paseamos por el recinto unas 2 horas. A pesar de ser “unas ruinas más”, nos pareció bastante interesante, diferente y bien conservado. Sin embargo, no accedimos a los túneles, al parecer uno de los puntos fuertes de la zona arqueológica, ya que a través de ellas se puede ver como descubrieron otros templos, más pequeños de épocas anteriores, que se esconden bajo las que se ven desde la superficie. Para poder entrar, había que comprar una entrada extra que valía lo mismo que la propia entrada y nos pareció muy caro.

 

Una vez hecha la vuelta turística, nos pusimos a gestionar el transporte del día siguiente para llegar a Utila, una pequeña isla en el caribe conocida por ser el lugar más barato del mundo para bucear y donde haríamos el curso de buceo de mar abierto. El ferry para llegar allí había que cogerlo en La Ceiba y aunque a priori no queríamos parar/pasar por San Pedro Sula, parecía que el transbordo iba a ser inevitable. La compañía Hedman Alas era la opción para turistas, pero suponía pagar 3 veces más que la otra opción: un autobús a las 6am a San Pedro y otro a las 10am a La Ceiba que teóricamente llegaría a tiempo para el ferry de las 4.30. Obviamente, estábamos dispuestos a sacrificar asientos cómodos, aire acondicionado y no hacer un transbordo fácil en la misma estación, por ahorrarnos “bastante” dinero.

 

Utila

El recorrido entre Copán Ruinas y La Ceiba fue muy tranquilo, especialmente porque el conductor del autobús también se lo tomó con mucha tranquilidad. Recorrimos un Honduras bastante tropical, verde y llena de palmeras. Aparte de la carretera principal por la que circulábamos nosotros, el resto de las calles no estaban asfaltadas, por lo que el polvo abundaba. La pobreza era más palpable de lo que tal vez nos lo había parecido en Guatemala, especialmente en la entrada y salida de los pueblos. El cambio en San Pedro Sula también fue muy fácil, ya que el autobús nos dejó prácticamente delante de la oficina que nos interesaba y hasta nos dio tiempo de comprar algo de comida. Eso sí, los policías armados dentro de la estación llamaba la atención. Una vez en La Ceiba, taxi al puerto y ferry a la isla, con bastante mala suerte, porque el mar estaba revuelto y no sabéis como se movía aquello.

Malcolm nos había recomendado una escuela de buceo al cual había ido él, y como ya había anochecido, estaba lloviendo y una chica de esta misma escuela se nos acercó en el puerto, fuimos de cabeza donde ellos. Hablamos con un inglés que nos explicó un poco el funcionamiento, conseguimos que nos descontaran $10 a cada uno (pagaríamos por el curso $289 cada uno, lo que incluía 4 días de alojamiento, que es lo que duraba el curso, y 2 buceos gratis) y conseguimos una habitación de 4, que realmente sólo sería para nosotros, con baño privado.

Pronto nos daríamos cuenta de las particularidades de la isla: una Ibiza, sin discotecas ni playas y con escuelas de buceo. La mayoría de la gente que te encontrabas por la calle era o bien europea, estadounidense o australiana y tenía uno de los siguientes objetivos: estar de fiesta todo el tiempo, hacer algún curso de buceo o simplemente bucear, o ambas cosas en semanas diferentes. Los precios del supermercado eran casi europeos y el de los restaurantes bastante más elevados que en el resto de país, a excepción de un pequeño establecimiento que preparaba comida local. Aquí probamos las baleadas: plato típico hondureño, que vuelve a ser tortilla de maíz rellena de carne, frijoles, huevo, queso o una combinación de todo.

En la escuela de buceo, que era donde pasábamos la mayor parte del tiempo, el ambiente era de una gran familia en donde podías estar in o out. Nosotros estábamos totalmente out “del rollo” buceadores, éramos simplemente unos turistas que hacían un curso. De todas maneras, conocimos a mucha gente muy interesante y siempre teníamos con quien charlar: 2 chicas catalanas, una pareja chilena, un grupo de alemanes, algún que otro local que estaba de monitor…

 

Pero lo importante era la experiencia del buceo. El curso era 5 temas de teoría con examen final, 5 buceos en agua confinada (generalmente se hace en piscina, pero en nuestro caso fue en aguas poco profundas) y 4 buceos en mar abierto. La teoría fueron vídeos explicativos en inglés acompañados de un libro, que aunque un poco pesadito, era fácil de digerir. Sin embargo, las primera sesión de agua confinada nos hundió un poco moralmente. Hasta que se aprende a bucear bien, te añaden sobrepeso para que puedas hundirte fácilmente. Teóricamente, nosotros teníamos sobrepeso, pero ninguno de los dos conseguíamos hundirnos, lo cual nos generó una frustración bastante grande. Nosotros considerábamos que lo lógico era que nuestra instructora, India, saliera y nos pusiera más peso, pero no fue así, por lo que no bajamos ni a los 2 metros y volvimos con sensación de “vaya mierda esto de bucear”. En la segunda sesión las cosas fueron algo mejor, pero tampoco nos fascinó, por lo que empezamos a dudar si esto del buceo era buena idea. Sin embargo, todas las dudas se despejaron después de la primera sesión de mar abierto. ¡Aquello nos encantó! Además de hacer algunos ejercicios (quitarnos y ponernos la máscara bajo el agua, realizar simulacros de mal funcionamiento del equipo…), estuvimos simplemente buceando, viendo los corales gigantes y los muchos pececillos, entre los cuales vimos una pequeña raya y un pulpo, muy raro de ver habitualmente. A partir de ahí nuestra perspectiva cambió, y disfrutamos muchísimo más de la experiencia… Hasta que yo me puse enferma. A una sesión de acabar el curso, me desperté con fiebre que luego derivó en una gastroenteritis que me dejó K.O por dos días más una de recuperación, por lo que nuestra estancia se alargó 3 días más de lo esperado. Esto nos trastocó los planes que habíamos hecho para alcanzar a Lidia y Adri en Costa Rica (¡que nos hubiera hecho mucha ilusión!), trastocó bastante nuestro presupuesto, e hizo que Nico se desesperara un poco, ya que además de no tener prácticamente nada que hacer y no querer gastar, los mosquitos de la isla se la habían tomado con él, y el pobre acabó acribillado. Una vez superados los peores días, acabamos el curso, por lo que ahora somos oficialmente “buceadores de mar abierto”, hicimos las maletas y nos fuimos, deseando llegar cuanto antes a Nicaragua.

 

Tegucigalpa (Tegus)

El camino fue largo y pesado, y llegamos a Tegus sobre las 16.30. A lo cansados que estábamos y que yo no estaba del todo santa, había que añadirle la mala reputación que tiene la ciudad, por lo que encontramos un hotel, cenamos algo rápido cerca de allí y nos fuimos a descansar, que al día siguiente teníamos que volver a madrugar para cruzar la frontera a Nicaragua. No conocimos prácticamente nada de la ciudad, aunque con los trayectos de los taxis nos dimos una vueltita por sus calles. La resumiríamos como una ciudad caótica más de Centro América, con torres mezcladas con casas de un piso, chabolas en la periferia y bastante sucia.

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2 Respuestas

  1. Hola!!! Me he perdido unos cuántos capítulos de vuestra aventura… A ver si me pongo al día y os ‘acompaño’ un poco más. Un abrazo muy fuerte!!!

    • Comiendonos El Mundo

      Siempre bienvenido Andreu!! Nosotros esperamos ponernos al día pronto y que nos podáis acompañar de verdad en el día a día 😉

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