Alrededores de Mexico DF y Puerto Escondido (días 62, 64, 67-74)

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En la semana que estuvimos en México DF, aprovechamos para visitar un par de sitios que no estaban muy lejos de la ciudad, pero como el post anterior ya era muy largo, ¡no os lo pudimos contar todo! Además tuvimos la suerte de poder pasar otra semana relajándonos en el tranquilo Puerto Escondido y sus magníficas playas.

 

Puebla y Cholula (Puebla)

A 2 horas en autobús de la ciudad de México visitamos Puebla, una ciudad con 365 iglesias, una por cada día del año. Es una ciudad colonial con las típicas casas e iglesias de colores y ambiente de pueblo, y como ya hemos mencionado antes, ciudad de origen de uno de los platos estrella de la gastronomía mexicana: el mole.

 

Estando en Puebla, aprovechamos para acercarnos a Cholula, un pequeño pueblo cercano a las faldas del volcán Popocatépetl que, como está activo, lo vimos humear cuando llegamos. Aquí está la base de pirámide más grande del mundo, pero sólo la base. Los españoles destrozaron el resto de la pirámide cuando llegaron para construir un pequeño monte con una iglesia en la punta (cosa que pasó en muchos otros sitios). La visita a ambos sitios estuvo muy bien.

 

Teotihuacan (Estado de México)

La otra escapada fue a la zona arqueológica de Teotihuacan. Está sólo a una hora de distancia y ahí vimos nuestra primeras pirámides. En su día fue uno de los “pueblos” más importantes y grandes de la zona, pero hoy en día sólo una pequeña parte está descubierta. Lo primero que se ve es la ciudadela, con un templo “recién” descubierto que todavía no se puede visitar. Después se pasea por la calzada de los muertos, que está dividida en varias “plazas” y en ella se encuentran la pirámide del Sol (que se puede subir hasta arriba) y la de la Luna (que se puede subir sólo hasta la mitad).

 

Puerto Escondido (Oaxaca)

Puerto Escondido es un pueblo tranquilo en la costa pacífica del estado de Oaxaca, un lugar maravilloso. Allí viven los padres de Lorea, que estaban dispuestos a acogernos y nosotros encantados de que lo hicieran. Primero barajamos la opción de ir en autobús, pero coincidimos con una oferta para el día de los muertos, por lo que el billete de avión nos salía más barato que el autobús, ahorrándonos 7 horas de viaje extra. La única pega de este salto, era que no pararíamos en Oaxaca capital, ciudad que nos habían recomendado encarecidamente… ¡Pero todo no se puede!

Espe y Fernando viven en el paraíso. Una casa estupenda, con una terraza magnífica, piscina y a minutos del mar. Nosotros estábamos que no nos lo podíamos creer. Veníamos de andar todos los días de la ceca a la meca, durmiendo en todo tipo de “camas” y de repente teníamos la oportunidad de disfrutar de esto. Nos lo tomamos con la calma y decidimos descansar y relajarnos por unos días, que al final se convirtió en una semana. Vimos un campeonato de surf en la playa de Zicatela, probamos unos “cocteles” de mezcal y escuchamos a diferentes bandas de música dentro del programa de fiestas de Puerto Escondido; cada mañana pronto íbamos a la playa para aprovechar los rayos no tan fuertes del sol y después nos quitábamos la sal del mar en la piscina; y por las tardes descansábamos tranquilamente en la terraza viendo el atardecer. Lo dicho, el paraíso. Eskerrik asko danagatik Espe eta Fernando! Zoragarrixak izen die guretako Puerton pasautako egunak!

 

Y para cambiar de playas, uno de los días fuimos a 3 playas casi vírgenes y prácticamente vacías que estaban a una hora y media: Mazunte, San Agustinillo y Zipolite. La tranquilidad que se respiraba es indescriptible; nos tomamos una chelada (cerveza con hielo y limón, en una jarra con el borde cubierto de sal) y a pasear por la playa. La zona está un poco apartado de la carretera principal y por lo tanto, no hay tanta gente. De hecho, nosotros empezamos a ir caminando desde donde nos dejó el autobús; cuando llevábamos un rato a pleno sol nos desesperamos e intentamos parar un colectivo (es una mezcla entre autobús y taxi que funciona en todos los sitios en México), pero suponemos que porque iban llenos, ninguno paraba; y al final, a la desesperada hicimos auto-stop y un chico muy amable nos llevó hasta la playa, que todavía estaba a unos 15 minutos en coche. Primera experiencia de auto-stop, muy satisfactoria en México.

 

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