Nicaragua, Nicaragüita: León + Masaya y alrededores (días 111-116)

publicado en: Nicaragua | 0

El día lo empezamos un poco mal, ya que tras coger el taxi directo a las oficinas del autobús que queríamos coger, que nos llevaba directos a León, el señor de seguridad nos viene con que no hay asientos disponibles, que al ser fechas navideñas estaba todo a tope. Se lo curro bastante y le explicó al taxista donde nos tenía que llevar para hacer la ruta de otra manera: bus a un pueblo fronterizo, furgoneta a la frontera, cruzar caminando y bus a León. Nos llevó a un sitio muy cutre, donde como en mitad de un mercado, varios autobuses esperaban a llenarse para salir. Cada autobús tenía varios muchachos en la calle persiguiendo a cualquier persona que pudiera estar interesado en ir al destino que ofrecían. Sólo les faltaba regalar chupitos para que fuera como en Salou.

Una vez en el bus, arrancamos y al poco de salir de Tegucigalpa se para en una “llantería”, para que con todos los pasajeros a bordo y el motor en marcha, le cambiaran la llanta. Nosotros alucinados y la gente como si nada. Una vez hecho el cambio, seguimos nuestro rumbo hasta Choluteca, el pueblo fronterizo. Allí había que cambiar a la furgoneta que nos llevaría hasta la frontera y aquí coincidimos con nuestro siguiente compañero de viaje: Amai. Un chico de Mongolia que lleva viajando 9 años por el mundo, habiendo rechazado su vida privada y dedicándose a la búsqueda del conocimiento y el sentido de la vida. En su país lo llaman “Badarchin” y es muy conocido, ya que la vida tradicional de Mongolia hace que nadie realmente salga a viajar por el mundo. Nosotros, alucinados, lo acribillamos a preguntas sobre su vida, Mongolia y sus viajes; y tras unos problemas de visado que tuvo, cruzamos juntos la frontera, para coger el bus que nos llevaría a León.

Nicaragua
Después de esperar a que Amai hiciera alguna que otra gestión de visados, cruzamos a Nicaragua

 

Teóricamente en León debíamos encontrarnos con Lotte y Malcolm, que nos habían indicado su hostal, pero cual fue nuestra sorpresa cuando al llegar nos enteramos que habían cambiado de planes y se habían ido aquella misma mañana a las Islas del Maíz. Cenamos estupendamente (aunque más de lo mismo) en un pequeño comedor y volvimos al hostal, donde conoceríamos entre otros al siguiente compañero, Steve. Este inglés llevaba 14 años en total viajando en los últimos 25 años, en temporadas de 6 meses trabajar, 6 meses viajar. Había estado en prácticamente todo el mundo, y aunque hablar con él era una gozada, para nosotros era un peligro, porque cada rinconcito del planeta que mencionaba o cada experiencia que había vivido, nos hacía replantear el viaje para incluirlo.

León no tiene mucho que visitar más que alguna que otra iglesia y su catedral, teóricamente la más grande de Centro América. La fachada no está en el mejor estado posible y su interior no nos pareció nada del otro mundo, pero con una tarifa un poco cara, permiten subir a su tejado, y aquello mereció algo más la pena. Un suelo blanco impoluto contrastaba con el cielo azul y las vistas de la ciudad y sus volcanes (aunque no eran espectaculares) daban una idea del alrededor.

 

Tras la vuelta de rigor, rumbo a Masaya, donde pasaríamos la Nochebuena y Navidad. Steve se quedaba un día más en León y Amai tenía que hacer gestiones en Managua, por lo que nos presentamos solos en Masaya y la primera impresión, no fue nada del otro mundo. Nos costó encontrar un hostal, ya que queríamos tener cocina (cosa que no pudo ser); nos costó encontrar un comedor a buen precio; y la ciudad nos pareció muy fea.

Sin embargo, al día siguiente las cosas se veían de diferente forma. Nada más salir del hostal nos encontramos a Steve, que acababa de llegar y unas horas más tarde pasó lo mismo con Amai. Parecía que pasaríamos la Nochebuena los 4, en el mismo hostal y sin tener muy claro cómo celebrarlo sin cocina y con toda la ciudad cerrada, pero de repente todo cambió. Nico se encontró a un par de catalanas que estaban comiendo en la mesa de al lado, entabló una pequeña conversación con ellas y en el minuto 1, Amai ya las estaba “obligando” a invitarnos a su casa para cenar. Las pobres muchachas no tuvieron mucha más opción, por lo que nos presentamos a las 7 de la tarde con huevos y patatas en su casa, listos para preparar 2 tortillas.

 

También vinieron a la cena 2 vascas que están allí de prácticas, que obviamente alucinaron de ver tanta gente desconocida, y varios muchachos nicaragüenses amigos de ellas, por lo que al final resultó ser una cena muy animada. La sorpresa de la noche llegó cuando Amai anunció que para agradecerles la invitación de cenar en su casa, nos deleitaría con una maravilla mongola: el canto difónico. Es una especie de música que crean con la garganta y que nos dejó flipando. Para mejor disfrute de la música, nos aconsejo cerrar los ojos y simplemente escucharlo, ya que probablemente sería la única oportunidad en la vida de hacerlo. Como no nos pareció apropiado grabarlo (y tampoco nos lo hubiera dejado), os adjuntamos un video que hemos encontrado en youtube, para que oigáis como suena.

Charlando, riendo y hasta cantando al son de una guitarra, llegamos a las 12 de la noche, donde aquí se felicita la Navidad, como si del año nuevo se tratara y empezó el festival de petardos. La verdad que nos fuimos a la cama muy contentos de habernos encontrado a estas chicas y la manera en que resultó la cena de Navidad, ya que le pudimos dar un poco de “aire hogareño”. Además, los siguientes días que pasamos en Masaya también hicimos algún que otro plan con ellas, por lo que fue una gran suerte.

Feliz Navidad
Con esta foto de ensueño de León, os quisimos felicitar la Navidad

 

Desde nuestro headquarter en Masaya visitamos la Fortaleza de Coyotepe, una pérdida de tiempo y dinero, ya que la fortaleza en sí no tenía “casi” nada que ofrecer y las vistas tampoco eran nada del otro mundo. También visitamos los pueblos blancos (que no son realmente blancos): en Santa Catarina fuimos al mirador desde donde se ve la Laguna de Apoyo (una laguna en cráter) y paseamos por San Juan de Oriente, conocido por su artesanía que normalmente exponen en las calles, pero que nosotros no pudimos ver por ser 25 de diciembre, día familiar aquí también.

 

Otro de los días aprovechamos para bañarnos en propia laguna de Apoyo. En general, está rodeado de casas privadas y resorts hoteleros o de restauración que permiten el acceso pagando. Nosotros, una vez más, tuvimos la suerte de ir con “nuestras chicas” que nos llevaron a casa del amigo de un amigo, que nos dejó pasar a un pequeño muelle que daba al lago para que pudiéramos bañarnos.

 

Y por último, fuimos al volcán Masaya, un volcán activo. El plan inicial era visitarlo de noche, ya que al parecer se puede ver la lava y te llevan a una cueva con murciélagos. Sin embargo, hay que reservar con un día de antelación y como nosotros no pudimos hacer, con tantos días festivos de por medio, finalmente fuimos de día. Nos acompañó Exeus, un chico catalán que estaba en casa de las chicas, y los tres empezamos en ascenso del volcán por la carretera con la esperanza de que un coche nos cogiera para subirnos, como nos habían recomendado. Y cuando empezábamos a estar cansados, una camioneta con una gran familia nicaragüense paró para recogernos. Una vez arriba, el humo que emanaba del cráter no ofrecía mucha visibilidad. Subimos hasta un pequeño cerro desde donde se obtenían grandes vistas y fuimos atacados por un inmenso grupo de abejas. Se empezó a escuchar el zumbido y pronto vimos como una nube de puntitos negros se acercaba. Todo el mundo se tiró al suelo quedándose inmóvil y mudo, hasta que la nube pasó. La situación fue de película, pero funcionó, así que nos volvimos a juntar con esta familia y bajamos con ellos en la camioneta. La bajada fue aún más divertida, ya que un muchacho sacó la guitarra y todos empezaron a cantar; incluso nos dedicaron una canción. (No grabamos la canción que nos dedicaron, pero Exeus sí, así que esperamos poder colgarla pronto).

Share

Dejar una opinión