Phnom Penh y el visado chino (días 141-143, 152-153)

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Phnom Penh, la capital de Camboya, no es una de las ciudades más visitadas del sureste asiático pero nosotros aprovechamos la necesidad de pasar por allí para darle una oportunidad. Queríamos gestionar allí el visado de China, ya que en Vietnam no tendríamos tiempo suficiente, así que dividimos la visita en dos: la primera para solicitar el visado y la segunda para recogerlo.

El autobús desde Siem Reap, donde habíamos visitado el maravilloso Angkor Wat, se nos hizo algo largo por haber salido tarde y llegar a la ciudad ya de noche, pero estábamos muy contentos porque ¡volvíamos a hacer couchsurfing! Después de varios intentos fallidos en el sureste asiático, por fin encontramos un couchsurfer para Phnom Penh. Jakun es coreano y nos acogió en la ciudad en la que vive por trabajo desde hace un año con los brazos abiertos. La zona en la que vive es bastante pija, se ven muchos expatriados y además pudimos caminar a todos los sitios, por lo que nos vino genial. A él le gustan mucho todo tipo de eventos culturales y nosotros aprovechamos para dejar nuestra vida mochilera por unos días y volver a sentirnos en una ciudad. Asistimos a un evento de rock camboyano en el Institute Français que nos gustó mucho y el último día nos invitó a la torre donde trabaja para ver las vistas de la ciudad desde allí. Compartimos todas las cenas en buena conversación, incluyendo una tortilla de patata que hicimos en casa y la visita al mercado nocturno. La verdad es que aprendimos mucho sobre Corea y Phnom Penh y esperamos que Jakun disfrutara con nosotros igual que nosotros lo hemos hecho con él.

Couchsurfing
El couchsurfing nos ha permitido conocer gente majísima como Jakun

 

Respecto a nuestra principal obligación en Phnom Penh, el visado chino, nos supuso bastante stress y agobio. La suerte que habíamos tenido hasta entonces en todas las embajadas y fronteras, se truncó aquí y nos tocó un trabajador más borde y exigente. La verdad es que en nuestro primer intento nos la jugamos a la baza más fácil, la de que no serían demasiado exigentes y, como habíamos leído en algún blog, que con explicar un poco la ruta y llevar reservas en el Ipad (que tienes que dejar fuera por seguridad) no nos pedirían ningún papel más. A la primera de cambio, el chino fulminó nuestra ilusión: nos pidió los billetes de avión, que si íbamos a cruzar desde Vietnam lo solicitáramos allí o le teníamos que llevar el billete de autobús, quería todas las reservas imprimidas, una hoja que explicara el itinerario… Totalmente hundidos regresamos a casa de Jakun para ponernos a trabajar: reservas de avión falsas, el billete de autobús a Vietnam, redactar el itinerario… Al día siguiente nos volvimos a ver las caras con el mismo chino y esta vez íbamos acojonados; se tenía que creer que en un día habíamos comprado un montón de billetes de avión (no baratos precisamente) y habíamos reservado todos los hoteles para aproximadamente 45 días en China. Recogió los papeles (los formularios, fotocopia de pasaportes, billete de autobús a Vietnam, aviones de entrada y salida de China y a Mongolia, fotocopia de los visados a Mongolia, reservas de hotel y una hoja que explicaba el itinerario) y les echó una ojeada rápida. -“¿No vais a visitar Laos?” -“Ya lo hemos visitado”, -“Y de Vietnam, ¿a donde vais?” Nico empezó a recitarle todo el itinerario y le cortó con un -” Sentaros ahí y esperad”. Nerviosísimos veíamos como llamaba una y otra vez por teléfono, ¿estaría comprobando los billetes de avión? ¡Estamos jo***os! Salía y entraba, grababa mensajes de voz en su móvil. Estábamos como cuando esperas frente a un profesor que te corrige el examen in situ, valorando todos sus movimientos y expresiones faciales. ¿Y si nos denegaban el visado por intentar falsear los documentos necesarios? Al final nos llamó, con un papelito rosa en la mano, ¡el justificante para recoger el pasaporte! ¡Habíamos aprobado!

La recogida nos tuvo un poco en vilo durante varios días. Como el visado tarda 4 días y nos pillaba fin de semana de por medio, habíamos decidido ir a la costa. Sin embargo, para no tener que dar muchas vueltas, la recogida de pasaporte la habíamos planeado para el lunes posterior al miércoles que nos habían dicho que fuéramos. En otras condiciones no nos hubiéramos preocupado demasiado, pero las exigencias de la solicitud hacían que dudáramos sobre si a los chinos les molestaría este retraso nuestro. Llamamos hasta en dos ocasiones para confirmar que no había ningún problema y confiando en ello nos quedamos más tranquilos. Al final, la recogida resultó de lo más sencilla y ágil. Aparecimos a primera hora y tras mostrar el papelito rosa, abonamos los $90 que cuestan ambos visados y tras comprobar que no había ningún error nos fuimos. Visado chino de doble entrada, ¡conseguido!

Visado chino
El ansiado visado chino por fín pegado en nuestros pasaportes

 

En cuanto a lo turístico, visitamos lo justo y necesario. Nos pareció muy interesante el museo S21 donde aprendimos un montón de la época de los Jémeres Rojos en Camboya, sobre lo cual no sabíamos demasiado. Este grupo que buscaba la revolución en su país, pretendía despoblar las ciudades y enviar a todos de vuelta al campo y ejecutaban a ricos, aristócratas, gente con estudios. El lugar es un antiguo recinto escolar que los Jémeres Rojos transformaron en prisión durante su revolución. Aquí juntaban a los detenidos y les realizaban torturas e interrogatorios a todos los que consideraban traidores. Después, eran enviados a los campos de la muerte, donde eran ejecutados. El museo intenta contar esta historia que se ocultó al mundo durante mucho tiempo y ahora sus archivos forman parte del Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco. La verdad es que es algo duro de visitar si se es muy aprensivo, pero si se tiene interés en la historia del país merece mucho la pena, sobre todo si se visita con audioguía.

 

El resto de atractivos turísticos son el palacio real con la pagoda de plata y varios templos, del que sobresale el Wat Phnom. Por aburrimiento, nos paseamos por sus alrededores pero desistimos entrar. Uno de los días después del atardecer recorrimos junto a Jakun el tramo entre el monumento de la Independencia y el mercado nocturno. En la plaza frente al palacio y en el paseo paralelo al río Tonle Sap, se suelen reunir vendedores ambulantes, gente haciendo gimnasia y gente bailando, pero al ser tarde y haber llovido, estaba bastante muerto. En la segunda visita, repetimos este recorrido de día añadiéndole un vagabundeo por las calles en búsqueda de alguna instantánea curiosa por la ciudad. La verdad que Phnom Penh no ofrece mucho para visitar, pero sí lo suficiente; y desde luego, no faltan eventos de todo tipo que suelen estar lleno de expatriados.

 

Información práctica

Visado
  • China
    • Además de lo típico para cualquier visado (pasaporte, foto de carné y formulario relleno) se necesita, por lo menos y para estar seguros, fotocopia del pasaporte, reservas de hotel, billetes de entrada/salida del país (preferiblemente de avión) e itinerario en China. El formulario a rellenar es extenso y pide entre otros, los 5 primeros alojamientos de viaje, nombre y apellidos de personas cercanas como padres, hermanos o hijos, datos de la empresa donde se trabaja… Aunque en España se han unificado los precios (60€***) para todos los visados de turista, independientemente del número de entradas al país, aquí el de 1 entrada costaba $30, el de 2 entradas $45 y el múltiples entradas $60, pero es imposible obtenerlo. Tardan 4 días laborables.
Transporte
  • Autobús Siem Reap – Phnom Penh: $6 (6h30min) Empresa RMN – contratado a través del hostal
  • Los tuk-tuk dentro de Phnom Penh deben costar entre $1-$2 para destinos cercanos y hasta $5 algo más alejados dentro de la ciudad
Actividades
  • Museo S21: $3 (estudiantes gratis) + $3 audioguía
Recomendaciones y sugerencias
  • Cerca de casa de Jakun fuimos a cenar al restaurante “St. 63”, donde cocinan comida khmer y occidental, la comida está muy buena y no es excesivamente caro.

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