El estado de Ceará (días 174-179)

publicado en: Brasil | 4

Fortaleza

En Fortaleza nos acogería Crespo, amigo de la uni de Nico que vive y trabaja allí. Habíamos pensado quedarnos unos cuantos días en su casa para visitar la ciudad y algunas playas de los alrededores y aprovechar para estar con él, así que iban a ser días tranquilos. Además, la temporada de lluvias acababa de empezar, por lo que casi a diario tuvimos medio día (mañana o tarde) de lluvia torrencial que nos mantenía en casa.

De Fortaleza conocimos la zona de la playa, que se parece bastante a muchas ciudades de la costa mediterránea: muchos edificios modernos de tipo torre que son tanto hoteles como apartamentos privados, obviamente de alto poder adquisitivo, y un ancho paseo que los separa de la playa, lleno de bares, puestos callejeros y jardines. El tiempo no acompañaba mucho para el baño (aunque hacía calor), pero el paseo fue muy agradable.

 

También volvimos a esta zona para comer una buena bandeja de camarãos (langostinos). Hay una zona donde en unas casetas cada uno puede comprar la cantidad de langostinos o pescado que quiera, y los bares de alrededor lo preparan por un módico precio. Nico lo había hecho ya en su anterior viaje a Brasil con sus amigos y guardaba tan buen recuerdo de ello, que repetimos, y la verdad que estuvo muy bien. Acompañado de macaixera frita, arroz y farofa, nos comimos una bandeja de 1kg de langostinos entre los 4 (con Crespo y Nataly) y después de un breve paseo, nos volvimos a casa con la tripa bien llena.

Camarão Fortaleza
Tras comprar las gambas, nos las cocinaron y las devoramos

 

Otro de los días, aprovechando que jugaba el Barça e íbamos a ver el partido con Crespo, fuimos a la zona donde trabaja, una de las favelas de la ciudad, con tiempo suficiente para que nos enseñara lo que hacían en su trabajo, el Banco las Palmas. Nos pareció un proyecto muy interesante donde han creado una moneda propia, válida únicamente en la zona, para fomentar la economía del barrio. Nos enseñó las oficinas y las aulas donde se realizan talleres de costura o inglés entre otros, y conocimos a algunos de los que allí trabajan. Una vez hecha la ruta, pasamos ya a la fase de cervezas y fútbol, recordando viejos tiempos y con la victoria del Barça para acabar bien la tarde.

 

Y para acabar bien la estadía, como no podía ser de otra manera, el viernes noche salimos de fiesta a una discoteca donde iban a tocar (y bailar) samba y forró. La noche empezó con una gran cena de comida brasileña en buena compañía con amigos de Crespo. La sobremesa pertinente (hablando especialmente de lo mucho que echamos de menos nuestra comida) se nos alargó un poco más de lo esperado y llegamos a la discoteca justito para bailar (y especialmente ver bailar) las últimas canciones de samba que tocaron en directo. Después, cambiaron de grupo y empezó el forró, que se baila bien arrimados y agarrados moviendo prácticamente sólo las caderas. Tras unas clases de Nataly (la única brasileña de nuestro grupo), a mi me dio el aprobado en ambos estilos, pero Nico se quedó con un «debe mejorar, aunque le pone ganas».

 

Prainha

Prainha está a hora y media en autobús hacia el sur desde Fortaleza. Fuimos allí al mediodía con la esperanza de que aunque en la ciudad estaba lloviendo, allí hiciera bueno. Todo apuntaba a que nuestras expectativas se cumplirían hasta que nada más bajar del autobús empezó a llover con todas sus fuerzas. Nos resguardamos en un chiringuito de playa que estaba vacío y tras media hora volvió a salir el sol.

Como no teníamos muchas ganas de bañarnos, decidimos pasear un poco por la inmensa playa. Habíamos elegido Prainha por su cercanía y por tener una parte de la playa muy conocida, Ponto das Dunas. Sin embargo, preguntando nos dijeron que aquella parte estaba bastante lejos de donde nos había dejado el autobús, así que al final no lo vimos. Lo que sí vimos fueron pescadores pescando desde la orilla y otros que arrastraban barcos para hacerse a la mar.

 

Morro Branco

La otra playa a la que fuimos desde Fortaleza, Morro Branco, estaba algo más alejado, a 2 horas y media, y no había mucha frecuencia de buses (el último volvía a las 14h), por lo que tocó madrugar para aprovechar el día. Hizo un día espléndido, de un calor abrasador y un sol resplandeciente… Y por mucha crema que nos pusimos… Nos quemamos.

Ésta es una playa estrecha pero muy larga, con un alto muro que lo delimita. Nosotros entramos por donde estaban todos los bares y nos pusimos a caminar para alejarnos de la zona. Para variar, no había nadie tumbado tomando el sol y en este caso, tampoco había nadie en el agua. Sin embargo, abundaban los buggies en busca de turistas, que dificultaban el colocar la toalla en la arena sin miedo a que uno de ellos te pasara por encima. Al final, encontramos nuestro huequito y descubrimos porque no había nadie bañándose… La fuerza del mar era brutal y se hacía imposible nadar tranquilamente o incluso mantenerse bien en pie.

Cuando el calor ya se hizo insoportable fuimos a pasear, descubriendo el «Labirinto das Falésias», un pasadizo por el muro que dejaba al descubierto la característica «especial» del lugar. La «roca» era realmente de arena, arena de todos los colores pero principalmente naranja, que creaba un paisaje increíble en contraste con el mar.

 

Pero lo que más nos gustó fue ver cómo un artesano local creaba jarrones de decoración con arenas de colores naturales del laberinto. A mi me recordó a cuando era niña y llenaba tarros con sal pintada, pero obviamente la calidad del hombre distaba mucho a la mía. El arte y la delicadeza con la que ponía la arena y después dibujaba una casa o una palmera nos dejó alucinados. Se notaba la experiencia de toda una vida dedicada a ello.

 

Canoa Quebrada

Tras los días en Fortaleza, seguimos avanzando hacia el sur e hicimos una pequeña parada de una noche en Canoa Quebrada. La playa nos recordó bastante al de Morro Branco, aunque no tenía el encanto del tema de la arena. Los bares estaban en casas de madera elevadas del suelo (probablemente porque la marea llegará hasta allí), y en una de ellas se estaba celebrando una fiesta de reggae en ese momento.

 

El pueblo se centra en una calle principal adoquinada llena de tiendas de souvenirs y restaurantes pijos, a donde se entra por un medio arco en forma de luna (símbolo del pueblo). A medida que te alejas de esta calle principal, el suelo pasa a ser de tierra o arena, los restaurantes se convierten en pequeños locales donde preparan la comida típica brasileña (ensalada, arroz, pasta, pollo o carne y farofa) y las tiendas de souvenirs desaparecen para dejar paso a tienditas de fruta o verdura.

4 comentarios

    • Comiendonos El Mundo

      Si si, el Nico va estar tots els dies recordant les vostres aventures 😉

  1. The Cooking Lab

    Jolin que putada que pillarais lluvias torrenciales! Pero bueno, ya habéis tenido muchos días de playa también 😉
    Visitasteis la favela? Que guay que alguien que trabaje allí pudiera ir con vosotros, yo me quedé con ganas de entrar en alguna.
    Y amaia… creo que tendríamos que practicar mucho para que los tarros de sal de colores que hacíamos en la ikastola se parecieran a eso xD

    • Comiendonos El Mundo

      Bueno, por lo menos tuvimos algún que otro día de playa… Lo de la favela estuvo muy bien, pero tampoco entramos muy adentro… y lo de la sal… Habla por ti majito, que mis tarros eran toda una obra de arte! jajajaja xD

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