Montreal y Quebec ciudad (días 13-15)

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Bandera Quebec
Quebec

 

Nuestro día 13 transcurrió básicamente en el bus. Esta vez cogimos Greyhound, porque Megabus no hacía el trayecto, y no es tan barato, $68 cada uno. Hicimos un recorrido de casi 8 horas, con stop en la frontera incluido. Todo el mundo bajó del autobús, cogió sus pertenencias y fuimos pasando por delante de la policía pasaporte en mano. Para entrar en Canadá no se necesita visado ni hay que hacer ningún tipo de trámite, pero te hacen un pequeño interrogatorio in situ: a donde vas, que planes tienes, donde te vas a alojar, cuando y como vas a salir del país… Suelen ser preguntas sencillas, aunque como siempre el nivel de detalle que exija cada oficial puede poner nervioso o incluso meterte en un apuro. Nuestro «interrogatorio» fue muy fácil y no tuvimos ningún problema con la agente, por lo que felices pasamos a nuestro segundo país en la ruta: Canada, ¡donde podríamos practicar mucho francés!

En Montreal, nuestra primera parada, nos estaba esperando Bibo, un chico argelino que nos iba a acoger en su casa mediante couchsurfing. La estancia en su casa fue muy agradable e interesante, ya que había viajado muchísimo y nos dio varias recomendaciones para Centroamérica, además de Montreal claro.

Couchsurfing Montreal
Nico con Bibo, nuestro host en Montreal

 

El día siguiente era nuestro único día para visitar Montreal, y aunque siempre se pueden hacer más cosas, fue suficiente. Es una ciudad que no tiene demasiado encanto ni mucha cosa a visitar, pero toda la gente nos mencionaba que era la mejor ciudad de Canada para vivir. Nosotros subimos al «Monte Real» para ver una panorámica de la ciudad, recorrimos las islas donde se realiza el GP de F1 en Canada y callejeamos un poco tanto por la «superficie» como por la «ciudad subterránea». Y es que Montreal tiene la ciudad subterránea más grande del mundo: «calles» bajo tierra llenas de tiendas y comercios para resguardarse del frío en invierno y no tener que estar en el exterior; aunque en septiembre todavía no tenía nada de vida.

Lo que sí pudimos probar, gracias a la recomendación de Benedict, fue una espectacular «poutine quebecois» cada uno a muy buen precio. La base del plato es una cama de patatas fritas (que eran caseras), diferentes quesos y salsa de carne; a lo que se le añaden diferentes tipos de carne e ingredientes. Nosotros optamos por una de ternera con pimientos y champiñones y otra de salchichas, bacon, champiñones y cebolla, las dos con salsa gravy. Nos llenó mucho, pero estaba muy bueno.

Nuestro siguiente plan era un roadtrip por Quebec. Habíamos alquilado un coche que salía bastante barato con la compañía «Discount», pero cuando fuimos a recogerlo vino la sorpresa: era obligatorio contratar un seguro, ya que el precio de la reserva no incluía ninguno, ni el más mínimo. Como ese extra nos suponía el doble del precio inicial, nos fuimos diciendo que nos lo teníamos que pensar. Buscamos conexión a internet, hicimos «investigación» (viendo que ninguna compañía incluía el seguro en el precio que mostraban) y encontramos otro que salía mejor. Pero para nuestra sorpresa, cuando fuimos a cancelar la anterior reserva, nos ofrecieron una rebaja en el presupuesto, haciéndolo más barato que lo que habíamos encontrado, así que… nos lo quedamos. No sé porque nos ofrecieron esa rebaja, pero nos aseguraron que ninguna compañía de alquiler de coche en Canada incluye seguro mínimo en los precios que encuentras por internet, por lo que lo tendremos en cuenta para próximas ocasiones.

Una vez con esto solucionado, y con 2 horas de retraso sobre lo previsto, nos pusimos en marcha en dirección a la ciudad de Quebec. Parte de nuestra ruta transcurría por la autopista que iba por el interior, y la otra parte por la típica carretera secundaria al lado del río Saint-Laurent. La verdad es que el tiempo no acompañaba, pero hay que reconocer que la gran anchura del río impresiona e impone.

Roadtrip Quebec
Para ser conductor de primera…

 

Para cuando llegamos a la ciudad ya era mediodía y lloviznaba anunciando tormenta, por lo que no teníamos mucho margen para el turismo. Sin embargo, nos encantó. El centro de la ciudad no es muy grande pero tanto el parlamento de Quebec como el «Château Frontenac» son edificios espectaculares. Además, también hay una barrio, el Champlain, que tiene mucho ambiente de bares, restaurantes y tiendas, con un toque chic que le da mucho encanto a la ciudad.

Nuestro anfitrión de couchsurfing aquí era Antonio, un chico peruano que llevaba unos cuantos años viviendo en Quebec. Fue una pena que trabajara de noche, ya que no pudimos estar demasiado tiempo con él por la tarde, pero lo compensamos con un buen desayuno mañanero. Además, también conocimos a Laure, que iba a compartir la noche con nosotros en casa de Antonio. Tuvimos una cena agradable con ella y nos contó muchas cosas sobre el norte de Quebec, la que sería nuestra siguiente etapa, ya que ella precisamente volvía de allí. Fue una estancia realmente agradable.

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