El lago Atitlan y sus alrededores nos estaban esperando, uno de los lugares más bonitos de Guatemala, y Lotte y Malcolm, la pareja holandesa, también venían con nosotros. El lago se caracteriza por estar rodeado de 3 volcanes imponentes, que hacen de él un paisaje increible y los diferentes pueblos de la orilla tienen un encanto especial.
En Antigua cogimos el chickenbus «directo» a Panajachel (aquí directo quiere decir que el mismo bus te lleva al destino y que no tienes que hacer transbordo, no que no haga paradas), que sería el primer pueblo a visitar. En el camino, un control policial exigió que bajaran todos los hombres para ser cacheados, lo que al principio nos impuso bastante respeto, pero luego resultó ser un mero trámite Panajachel es conocido por tener el precio más barato en artesanía, telas y demás artículos de mercado, y también por sus espectaculares vistas, ya que está justo en frente de los volcanes. No tiene mayor interés, pero aquí descubrimos «los comedores». Son lugares generalmente dentro de los mercados, donde cada día se preparan 3 o 4 platos «diferentes» en cocinas que están a la vista y rodeadas de mesas de diferente tamaños con manteles coloridos. Suelen tener precios asequibles y en la mayoría ofrecen «menús» que incluyen un fresco (zumos de frutas aguados) de entre un par o tres de sabores que ofrecen. Los «diferentes» platos generalmente son pollo frito o en salsa, cerdo o carne de res, y van acompañados de arroz, frijoles y/o ensalada, además de tortillas como si fuera pan. En Guatemala resultó ser una buena opción tanto por precio como por calidad y cantidad, aunque la dieta no era muy variada. También tuvimos ocasión de probar las «pupusas» aquí, un plato típico de El Salvador que en esencia es una empanada con masa de tortilla rellena de carne, queso, patatas… Aunque estaban buenas, no nos pareció nada del otro mundo, mas bien más de lo mismo.
Panajachel también nos servía de conexión de lujo para nuestro siguiente objetivo: Chichicastenango. Habíamos leido que el mercado de los domingos de Chichi (como lo llaman en la zona) era el más grande del país, por lo que bien se merecía una visita. Además, nos enteramos que ibamos a coincidir con la quema del diablo y la víspera de la fiesta de la Inmaculada, celebrada por todo lo alto en todo el país. Y como si todavía nos faltaran razones, un guía local que conocimos en Semuc Champey nos contó que había un lugar en la montaña donde familias de indígenas guatemaltecos se reunían para realizar ofrendas y rituales mayas que a priori podíamos presenciar. Con todos estos planes en mente, las dos parejas nos instalamos en Chichi el sábado y nos quedamos hasta el lunes, para disfrutar de todos los eventos.
El pueblo no cuenta con demasiados alojamientos y la ajetreada agenda del fin de semana hacía que los más conocidos estuvieran llenos. Después de negociar y regatear lo nuestro, conseguimos una habitación con 2 camas y baño privado para los 4 y con gran satisfacción nos fuimos a explorar un poco el pueblo, que tiene un extraño cementerio muy colorido. Nico aprovechó para un cambio de look parcial, que no contentó a nadie más que a él (y como al que le tiene que gustar es a él… ¡No se puede decir nada!), ya que al parecer no tiene intención de retocarse la barba en todo el viaje. También entramos en un bar local a tomar una cerveza, y aunque la mayoría de los que había por ahí nos trató muy amablemente, un borracho la tomó con nosotros, aunque no supimos cual era realmente el problema. Por suerte, sus amigos lo controlaron y nosotros nos tomamos nuestra cerveza y nos marchamos antes de que aquello fuera a más. Una vez de retirada, Nico y yo descubrimos el juego del siglo (más yo que Nico): ¡Rummikub! Un juego de mesa que llevaban Lotte y Malcolm que engancha y pica, basado en números y colores. ¡Ya sé qué pedirle a Olentzero para el año que viene!
El domingo nos despertamos descubriendo que durante la noche había habido un terremoto de 5.6 en la escala Richter de la cual ni Nico ni yo nos inmutamos, pero los holandeses sí y comentaron que realmente todo se estaba moviendo. ¡Cosas de dormir estupendamente!
Una vez en marcha, decidimos ir primero a Pascual Abaj, el monte donde se realizaban los rituales mayas. Como no sabíamos muy bien por donde era, preguntamos a unos policias que encontramos en el mercado. Nos explicaron un poco por encima, pero nos recomendaron contratar un guía local. A nosotros nos habían dicho que no era necesario coger ningún guía, por lo que siguiendo las indicaciones generales nos pusimos en camino hasta que los policias nos alcanzaron. Nos dijeron que como vieron que ibamos a ir sin guía, por nuestra seguridad iban a acompañarnos hasta allí. Aunque al final resultó un simple gesto de amabilidada hacia el turista, al principio la situación fue un tanto extraña. Obviamente, 4 turistas rodeados de 3 policias llamaba la atención; además uno de ellos iba sacando fotos del grupo que alegó que se utilizarían para justificar el trabajo realizado durante el día; y una vez llegados a destino, nosotros que queríamos ser discretos para no llamar demasiada atención entre los mayas, entramos por la puerta grande. Por suerte, una vez allí, nos separamos un poco de ellos y aunque se quedaron viendolo un rato, al final se marcharon y nos quedamos más tranquilos.
Llegamos cuando estaban terminando de preparar todo lo necesario para el ritual. 4 generaciones de una gran familia (la mayoría de ellas chicas) se encontraban alrededor de 4 piedras que formaban un círculo, con un altar en el frente y una especie de mesa en el centro. Nos dejaron grabar toda la ceremonia donde, entre otras cosas, se quemó una ofrenda de galletas, hortalizas y otros comestibles, se sacrificaron 2 gallinas in situ (que luego desplumaron y cocinaron), y se realizaron oraciones y cánticos por parte del que celebraba la ceremonia. Os dejamos los videos y fotos que hicimos del evento, que aunque un poco «asqueroso», nos pareció muy interesante de ver; pero avisamos para los sensibles, que se ve el sacrificio de las gallinas y como las dejan sueltas un rato una vez degolladas.
Con la satisfacción de haber preseciado un ritual así, nos fuimos a dar una vuelta por el mercado, donde, además de un montón de objetos de Navidad (luces, guirnaldas, objetos de decoración…), encontramos ropa tradicional guatemalteca llena de vivos colores, verduras de todo tipo y muchos artículos de artesanía. Aunque estaba lleno, se podía pasear tranquilamente y la verdad que fue un día muy animado.
Al anochecer estuvimos esperando a la quema del diablo, sentados en las escaleras de la iglesia, justo delante del escenario, con un perfecta vista. Sin embargo, esperamos y esperamos y seguimos esperando y allí no pasaba nada. Tras preguntar, resulta que la quema del diablo se hace de manera particular, cada uno en su casa y no en la plaza todos juntos. Lo que la gente estaba esperando, era la llegada de la imagen de la Inmaculada Concepción, a la que habían sacado de procesión y en cuanto llegara comenzaría la fiesta. Petardos por todos lados, concierto y una especie de trasto pirotécnico en la mitad de todo el barullo. Aquí nos dimos cuenta de la afición que hay en todo Centro América por el tema de los petardos y fuegos artificiales, y la falta de seguridad que hay siempre, ¡daba miedo!
Nuestros días en Chichi llegaron a su fín y volvimos a Panajachel para coger allí un bote que nos llevaría, cruzando la laguna, hasta otro pueblo de la orilla: San Pedro La Laguna. Es el pueblo que más mochileros acoge y teóricamente la que más fiesta tiene, por eso lo habíamos hecho coincidir con el cumple de «mi hombre».
Nada más llegar, coincidimos con las argentinas que llevaban ya unos cuantos días allí instaladas. El pueblo no tiene mayor secreto, pero a la noche volvimos a coincidir con la celebración de la Inmaculada. Otra procesión, más petardos y otro tramanculo lleno de fuegos artificiales que se iban encendiendo en diferentes fases y, por supuesto, rodeado de gente. También había conciertos en diferentes puntos del pueblo, aunque todos los grupos cantaban únicamente canciones religiosas, por lo que no estuvimos demasiado tiempo por allí.
Sin embargo, el ambiente de fiesta pronto se acabó y nuestras ganas de celebrar el cumple de Nico por todo lo alto se frustraron un poco porque no había ningún lugar abierto. Despedirnos de las argentinas que marchaban al día siguiente y retirada pronta; al día siguiente, volveríamos a celebrarlo.
Después de los skypes mañaneros con la familia, fuimos a recorrer San Marcos La Laguna, el pueblo justo frente a San Pedro. Conocido por ser muy tranquilo y tener muchas escuelas y lugares de yoga y meditación, tiene muy buenas vistas del volcán San Pedro, justo sobre el pueblo. Dar un bonito paseo y ya no había nada más que hacer. Aprovechamos para comer unos tamales de arroz con pollo que estaban riquísimos y unas tostadas de guacamole (de las últimas que comeríamos), y volvimos de regreso para la segunda ronda de cervezas en honor a Nico. Partidita a la «podrida» (que no jugábamos desde aquellas buenas épocas en la uni… ¡qué buenos recuerdos!) y varias a Rummikub con Lotte y Malcolm, de los cuales también nos despedíamos, ya que se quedaban a aprender castellano (cosa que hacen un montón de extranjeros). Nosotros al día siguiente volvíamos a para pasar la noche allí y salir hacía Honduras pronto por la mañana.
Mafalda
Ja, ja, ja ¡Que buena la evolución del aspecto de Niko. Amaia, y la tuya??? Las neskas!!!, jolin, yo una watusi al lado de ellas. Por lo demás os veo la mar de bien y rodeados de hermosos colores, lejos de las heladas matinales que nos acechan estos días por aquí. Muxu handi bat.
Comiendonos El Mundo
Mi evolución no ha sido tan impresionante, que de momento no me he dejado bigote, jejeje… Pero todo llegará 😉