La estancia en México DF ha sido genial, sobre todo por la gente que hemos visitado y conocido. Hemos dormido en casa de Lorea, una amiga que hacía mucho tiempo que no veíamos y fue un gran reencuentro. Sus compañeros de piso, su novio, sus amigos… nos han tratado de maravilla y ha sido un verdadero gustazo conocer con ellos, por lo menos un poco, la realidad mexicana. Eskerrik asko Lore! ¡Muchas gracias a todos weyes! ¡Nos lo hemos pasado padrísimo! ¡Esperamos volver algún día!
También tuvimos la ocasión de quedar con Dalia y un amigo suyo. Pasamos una agradable tarde, donde nos enseñaron muchas cosas de la vida de la ciudad y descubrimos la realidad de los mariachis. Resulta que es totalmente cierto el tema de contratar un grupo de mariachis para que canten bajo el balcón de la amada, en una fiesta privada o donde uno quiera. Además, hay una zona donde suele haber muchos grupos y la gente se acerca allí para contratarlos y llevárselos al destino. A nosotros nos hizo mucha gracia todo el asunto, ya que pensábamos que esto sólo pasaba en las películas, pero al parecer toda chica quiere tener mariachis bajo su ventana al menos una vez en la vida. Vosotras que opináis chicas, ¿os gustaría algo así?
El Día de Muertos
El 1 y 2 de noviembre son días importantes en México, se celebra el Día de Muertos, por lo que sacrificamos Halloween en Canada por esta celebración. Y la verdad que mereció la pena. Los mexicanos honran la memoria de sus difuntos mediante ofrendas tradicionales (flores naranjas, calaveras de colores y frutos o alimentos típicos mexicanos como el maíz) o más modernos y abstractos. Nuestro primer contacto con la fiesta fue en el Zócalo (lo que vendría siendo «la plaza»), donde un montón de calaveras nos daban la bienvenida entre el palacio del Gobierno y la catedral. También en la plaza que rodea el edificio de Bellas Artes los murales, esculturas y representaciones artísticas abundaban. Además, coincidimos con un concurso de ofrendas que se hacía en una calle del centro, por lo que tuvimos la oportunidad de ver muchos diferentes, incluso varios de protesta por la situación del país debido a la entonces desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
También pasamos una tarde en el animado zócalo de Coyoacán. Vimos una exhibición de bailes mexicanos de todas las regiones, con trajes coloridos y la cara pintada de calaveras por una parte; y por otro lado a un grupo de gente, con plumas en la cabeza y torsos semidesnudos bailando danzas indígenas. En medio de todo el folclore, había un abarrotado mercado de chocolate y pan de muerto (entre otro tipo de comida) que, por supuesto, probamos. Aunque el pan era algo seco, mojado con el chocolate estaba muy bueno.
Turismo
Mexico DF es una ciudad enorme, la segunda más grande del mundo, y por supuesto tiene muchísimas cosas para ver y visitar. En el centro, además de lo visitado el Día de Muertos, vimos las ruinas del Templo Mayor, la calle peatonal Corredor Madero donde se encuentra la que fue la torre más alta de Latinoamérica y la plaza Garibaldi, que aunque ha perdido fuerza por la prohibición de beber en la calle, sigue teniendo un ambiente especial gracias a los mariachis y norteños (además de la vestimenta, la principal diferencia es que los norteños tienen acordeón y bajo, instrumentos que nunca habrá en un grupo de mariachis).
También en la ciudad se encuentra el Museo de Antropología más importante del mundo y ahí nos fuimos de cabeza. Se centra especialmente en las civilizaciones e indígenas que vivieron y viven en lo que ahora conocemos como México. Se encuentra entre los barrios de Condesa y Polanco, cerca del bosque de Chapultepec donde, entre muchos otros sitios, se encuentra el castillo de Chapultepec.
Y de museo a museo… En el barrio de Coyoacán visitamos el de Frida Kalho y como estaba incluido en la misma entrada, el de Diego Rivera, su esposo. Tenemos que reconocer que no somos especialmente amantes del arte, por lo que personalmente no nos entusiasmaron. El de Frida nos pareció un poco pobre. A mi lo único que me gustó, fue la exhibición temporal sobre sus ropas, forma de vestir y el porqué lo utilizaba, ya que el resto era un recorrido por su casa azul donde se exponen algunos de sus cuadros y se ven cómo eran sus habitaciones y forma de vivir (tampoco sé qué más podrían haber enseñado). El de Diego Rivera nos gustó algo más, ya que está en un edificio construido expresamente para albergar todo el arte prehispánico que él había «almacenado» y la entrada incluía una visita guiada. Sin embargo, no pudimos disfrutarlo del todo porque, en vez de coger un taxi de un museo a otro como nos habían recomendado, Nico decidió que podíamos ir andando, sin tener ni idea de la distancia que podía haber. El resultado fue que recorrimos 5km en algo más de una hora para llegar y por lo tanto nos retrasamos en lo que teníamos planeado hacer.
Por último, la villa basílica: un recinto que alberga alrededor de una gran plaza la nueva y antigua basílica de Guadalupe, un pequeño altar donde un cura bendice a un montón de gente que se le acerca, un baptisterio, y otras pequeñas iglesias y capillas. Nos comentaron que días antes del día de la Virgen de Guadalupe gente de todos los lugares de México empieza a llegar a la zona. Generalmente no tienen donde dormir, por lo que se quedan en la calle hasta el día de la celebración y como las calles están tan abarrotadas, muchas oficinas de la zona permiten a sus trabajadores entrar o salir antes, o incluso trabajar desde casa por la imposibilidad de entrar en el edificio.
Gastronomía
Al día siguiente de llegar vivimos nuestro primer gran momento mexicano: el desayuno. Teníamos muchísimas ganas de probar la auténtica gastronomía mexicana y Lorea nos llevó a «La Parrilla de la O», un sitio cerca de su casa que sería nuestra perdición: bueno, barato y a tiro de piedra. Los desayunos en México son platos contundentes con jugo y/o café, por lo que los días que no teníamos que madrugar, aprovechábamos para probar un nuevo plato y sino, intentábamos llegar para una comida tardía, donde los platos eran combinados de pasta o arroz, carne, ensalada y frijoles, acompañado del «agua del día» (agua con sabor a fruta). Aquí descubrimos y empezamos a aprender lo que son las enchiladas, los molletes, las tortas, los huevos divorciados o los chilaquiles.
Además de lo que comimos aquí, también probamos los tacos a la canasta que son pequeños tacos que dejan dentro de una canasta para que «suden» y creen su propia salsa. Cuando estuvimos en Puebla (que contaremos más adelante) probamos el típico mole poblano, una salsa hecha a base de cacao que habitualmente va acompañando al pollo y/o arroz y con un sabor extraño entre dulce y salado. Aunque nos gustó a los dos, a mi me resultó un poco empalagoso para el final. Y por supuesto, no podíamos esperar más para degustar nuestro primer guacamole en México, que aunque estaba muy bueno, nos llamó la atención la poca cantidad que sacaron (nos dijeron que se debía al alto precio del aguacate).
Curiosidad
Nosotros no lo sabíamos, pero México DF fue en su día un gran lago. Los indígenas empezaron a construir pirámides (en lo que ahora mismo es el centro de la ciudad) sobre él en algún momento de sequía o cuando estaba más vacío, y desde ese momento se ha ido expandiendo sobre este frágil terreno. Cuando llegaron los españoles, arrasaron con todas las pirámides y edificios prehispánicos y construyeron palacios, templos y catedrales, convirtiendo el zócalo en lo que es ahora.
Sin embargo, ese suelo lleva sufriendo muchos años y hoy en día se ven las consecuencias, ya que el suelo se hunde cada año 7cm. La antigua basílica de Guadalupe es uno de los muchos ejemplos que se ven a simple vista, ya que su fachada esta totalmente inclinada hacía adelante y cuando entras en ella se nota en los pies cómo hay una pequeña subidita. La catedral es también otro ejemplo, donde desde fuera se ve y desde dentro se nota una ligera inclinación del edificio y de hecho hay arquitectos trabajando en su mantenimiento.
Seguridad
México es considerado un país «bastante peligroso» (y cada vez más) en occidente y la capital, obviamente, no queda exento de ello. Por eso, la seguridad era uno de los temas que más nos preocupaba: sacar dinero en un cajero, usar el metro o andar por la calle una vez ha anochecido, fiarse de los taxistas… Y nos encontramos con muchas contradicciones. Todos los mexicanos con los que hablamos de este tema, todos, nos dijeron que es una ciudad segura si se anda con un poco de cuidado (sin llevar la cartera a la vista o dejar en bolso en cualquier sitio…) y que no hay problema para andar de noche. Sin embargo, cuando después queríamos hacer algo sin luz del sol, siempre nos decían que «mejor que no». Estando en casa, bajar, sacar dinero y volver a subir a casa: mejor que no. Coger el metro a las 9.30 de la noche desde el centro: que mejor nos acercaban a otra parada porque sino íbamos a pasar por una estación que a pesar de estar en el centro-centro, mejor que no. Ir a tal sitio o tal otro: no sabían si era seguro o no, porque ellos siempre habían ido en taxi. ¿Podíamos coger nosotros un taxi? Mejor que no, porque ellos tanteaban si era seguro o no según la sensación que les daba, y nosotros no lo íbamos a saber.
Y así, nuestra sensación es que Ciudad de México es una ciudad segura de día, pero mejor retirarse una vez caiga el sol; ya que ni los mexicanos están en la calle de noche, aunque no estén en casa, se mueven de puerta a puerta.
Willy
Muy grande la foto de «Nico enfrentándose a una serpiente»!!
Comiendonos El Mundo
Y valientemente que lo hizo