De un brinco salté de la cama despertando a Amaia que refunfuñaba por el susto. Haciendo caso omiso me vestí y nervioso y excitado cual chaval que se dispone a hacer una gamberrada, subí a la azotea a buscar al chico que llevaba el hostal. Necesitaba consejos de un profesional y tras una breve charla, me sé ntía confiado para iniciar la batalla. Objetivo principal: locales que iban a trabajar o turistas (especialmente japoneses, chinos o coreanos). Las primeras cargas fueron defectuosas, pero mi compañero era todo un experto así que algunos blancos no se salvaron. Entre risas, cubo va, bolsa plástico viene, bombardeamos con agua a los viandantes sin parar. ¡La fiesta de Holi acababa de empezar! Alargamos nuestra estadía en Nepal con motivo de coincidir con esta celebración y fue todo un acierto.
Holi es una celebración hindú conocido como el festival de los colores y la fiesta del amor. Se celebra entre finales de febrero y mediados de marzo, coincidiendo con la primera luna llena del mes Falgun del calendario hindú. A pesar de que ahora se haya extendido por todo el mundo, se celebra principalmente en India y Nepal, y algunos otros países con influencia de esta religión. Su origen viene de la leyenda de Holika, la hermana malvada de Hiranyakashipu y tía de Prahlada. Hiranyakashipu obtuvo poderes que lo hacían indestructible, por lo empezó a considerarse dios y a exigir que todos lo consideraran como tal. Sin embargo, su hijo Prahalada siguió fiel a su dios, Vishnú, encendiendo la ira de su padre. Tras muchos castigos sin resultado, su tia Holika decidió tomar cartas en el asunto e invitó a su sobrino a una pira, donde ella acudió con una capa innifuga. No obstante, cuando prendió la pira, la capa pasó a pertenecer a Prahlada, quien vió como su tía moría abrasada y Vishnú se aparecia para matar a su padre. Esta leyenda se entiende como la victoria del bien sobre el mal y se representa con hogueras la vispera de Holi. Además, al dia siguiente, cuando la hoguera se hubiera enfriado, la gente utilizaba sus cenizas para pintarse la frente, lo que más adelante fue sustituido por polvos de colores acompañado por otra leyenda, la historia de amor entre Krishna y Radha. Krishna, cuya piel cambió de color a azul al ser envenenado cuando era bebe, sufría por tener diferente color de piel que Radha y otras chicas. De igual manera sufría su madre, hasta que le ordenó que pintara la cara de Radha de cualquier color y así pudieran estar juntos celebrando su amor. La unión de estas dos leyendas dan forma a esta fiesta tan conocida.
Ataviados en nuestros atuendos salimos dirección Durbar Square. No caminamos ni 100 metros que unas chicas ya me mojaron entero. Entre sonrisas, pintándonos los unos a los otros mientras nos deseábamos un «Happy Holi» y sorteando el agua que tiraban de los edificios, llegamos a destino. Con la munición de agua agotada y sin fuentes públicas alrededor, los vendedores de agua hacen el agosto para que los demás podamos continuar con la fiesta.
Entre Durbar y freak street se concentraban miles de personas, locales y extranjeros, de todas las edades. Algunos más como espectadores de lujo y otros como principales partícipes del baño de color. Fue subir la música unos decibelios y el personal se desbocó. Estallido de polvos de colores al aire y la gente bailando, saltando y cantando Happy Holi. Una bonita fiesta donde se respira el buen ambiente y buen rollo, si bien, algún despreciable hombre ya anda suelto metiendo mano sin que nadie le divise. Pero que no empañe la fiesta, porque son dos contados y desgraciadamente es algo común en los baños de masas alrededor del mundo.
Empapados y coloridos, hicimos un break para comer cerca del hostal y aprovechar para rociar a más viandantes. Repuestas las fuerzas y cargados con aguas de colores, el objetivo principal iba a ser arruinar selfies o cualquier fotografía, cogiendo desprevenidos a los retratados y hacer de ello más divertida la fiesta (y a poder ser su foto). Volvimos a la Durbar y entre agua y color, algunos nepalís y sobretodo japoneses cargados con sus súper cámaras (no entiendo como con ese plástiquito no les pasa nada) nos retrataban para sus álbumes de Facebook y para su book vacacional, respectivamente.
A las 17h decidimos dar por terminada la fiesta no sin antes recibir un buen globazo de camino al hostel. Ducha y limpieza a fondo mientras recordábamos los grandes momentos del día. Dos horas más tarde, si no fuera por el suelo lleno de colores parecía un día normal en Katmandú, como si nada hubiera pasado en todo el día.
HAPPY HOLI!!
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